Cada vez son menos los años húmedos en Extremadura y, por contra, aumentan los periodos de sequía. Es decir, el clima está cambiando. Y la prueba de ello la tienen las encinas. Un grupo de investigadores de la Universidad de Extremadura (Uex) ha constatado esta tendencia mediante la medición del crecimiento de distintos ejemplares de esta especie vegetal tan abundante en la comunidad autónoma, un trabajo que les ha permitido calcular la variación de las precipitaciones durante los dos últimos siglos.

El proyecto es inédito. Nunca hasta ahora se había utilizado la encina para realizar este tipo de estudios. "Es muy difícil ver los anillos de su madera, por que es muy compacta y dura, y éstos no se muestran nítidamente", explica Daniel Patón, profesor de la Uex que ha coordinado el equipo de investigación. Pero las conclusiones están ahí: "A través de 100 series de mediciones de crecimiento anual de estos árboles hemos reconstruido cronologías detalladas de los últimos 200 años en el oeste de la región. Los resultados muestran que es posible determinar que, aunque el registro de precipitaciones no se ha reducido mucho, sí ha aumentado el número de años secos, especialmente en las últimas décadas".

Para ello han utilizado fragmentos del tronco de encinas arrancadas para la construcción de carreteras o dañadas por incendios, ya que la ley impide talar estos árboles. Una vez limpios y lijados, los investigadores han medido el número de anillos concéntricos que aparecían en la madera --cada anillo marca el crecimiento del árbol en un año-- y a partir de esa información han podido calcular el desarrollo anual de cada ejemplar teniendo en cuenta que en los años de sequía el crecimiento es menor. Todo ello, además, certificado con métodos estadísticos.

Los resultados están contrastados. Las mediciones se han realizado con ejemplares de dos puntos distintos de la geografía extremeña: unos de Valencia de Alcántara, en Cáceres, y otros del término municipal de La Roca de la Sierra, en Badajoz. Además, han contado con la colaboración de la Universidad Complutense de Madrid y han enviado el trabajo al Instituto Argentino de Glacilogía y Nivología, donde han certificado que los cálculos son correctos.

El siguiente paso, según explican, es comprobar si esta tendencia también se puede demostrar en ejemplares de la sierra de Gredos, "aunque la altitud y la influencia de los microclimas pueden afectar a los resultados". Y después, tienen previsto analizar esas variables en encinas en la zona sur de la provincia de Badajoz.

De momento, el grupo encabezado por Daniel Patón, y en el que han participado Mamen Galavís, Javier Cuenca y Francisco Venegas --estudiantes y becarios de la Uex--, ha logrado extraer de la encina conclusiones que ya avanzaban estudios realizados con otras especies como el castaño o el pino. "Los árboles nos están avisando de que cada vez son más habituales los años secos", insiste el profesor del departamento de Biología, Ecología y Ciencias de la Tierra.

"Sabemos, por ejemplo, que en la última década el nivel medio de precipitaciones en algunos puntos de Extremadura se ha reducido en 200 milímetros cúbicos respecto a la media de los últimos 100 años, lo que está provocando la desaparición de los castañares de Montánchez", agrega el investigador.

En el caso de las encinas, los investigadores también han comprobado que la tasa de crecimiento de estos árboles es "muy baja": apenas 0,9 milímetros por año. Por ello, consideran que puede haber ejemplares que, en relación a su diámetro, pueden alcanzar los 1.200 años de antigüedad, como por ejemplo el localizado en Zarza de Montánchez, considerado el más antiguo de la región con una edad estimada hasta ahora en 800 años.

"En este sentido, lo que hemos comprobado es que cada vez son más los años perdidos, es decir, periodos en los que el árbol crece menos de 0,4 milímetros de grosor, por lo que los anillos son muy finos y casi no se aprecian. Un fenómeno que puede estar relacionado con la sequía, aunque hay otras variables que pueden influir", advierte Patón.