El nuevo disco de U2, que salió el 3 de marzo a la venta, se acerca al sonido clásico de sus obras de mediados de los años 80, The unforgettable fire y The Joshua tree , con canciones de formato king size diseñadas para hacer temblar un estadio.

El productor Daniel Lanois anunció que el grupo iba a "reinventar el rock". Bien, No line on the horizon ni siquiera reinventa a U2, sino más bien lo contrario: es una nueva vuelta a casa, a un rock de gran formato más hondo que en sus últimos discos, con espacio para las texturas trabajadas y las estrofas grandilocuentes y retadoras ("solo el amor puede curar una cicatriz como esa", "cada generación tiene una oportunidad de cambiar el mundo"; "enfréntate a las estrellas del rock").

El peso de Daniel Lanois y de Brian Eno parece superior al de discos anteriores y trasciende el campo de la producción: por primera vez, sus firmas aparecen en los créditos de composición de varias canciones, un total de siete de las 11 que incluye el trabajo. Esa implicación se plasma en unas composiciones con abundantes relieves sonoros y una tensión latente entre el músculo rockero y la cirugía tecnológica.

El disco se abre con la canción que le da título, una pieza monumental que sigue la pista de Where the streets have no name , con base de guitarra y apuntes de teclados como los de New year´s day . Luego llega Magnificent , que aunque empieza fatal (¿Simple Minds? ), conduce a un inspirado desarrollo en crescendo , con un estribillo emotivo en la línea de un Pride ( in the name of love ).

El interés sigue en alza con Moments of surrender , un medio tiempo insinuante, con los teclados en primer plano y protagonismo vocal, en el que el grupo prefiere seducir en lugar de aplastar. Unknown caller aporta muchas texturas y recovecos de producción, aunque se sustenta en un recurso épico más bien trillado, y I´ll go crazy if I don´t go crazy tonight rehabilita otro patrón ochentero, esta vez con nervio. Get on your boots , el primer single del disco, es una medianía garajera para alinear con Vertigo y Beautiful day .

Superado el ecuador, el grupo se embarca, en Stand up comedy , en un aparatoso ritmo funk-rock, a medio camino entre Led Zeppelin y Lenny Kravitz, con más ruido que nueces. El trabajo toca fondo en la espesa e hinchada Fez-being born , presunta coartada exótica del disco, cuyos cinco minutos transcurren a la espera de un despegue que no llega. Sobreproducción de manual. Para compensar, llega White as snow , basada en una canción tradicional folk, que el grupo trata con sensibilidad. Breathe vuelve a subir la tensión rockera sin dobles fondos, y Cedars of Lebanon cierra el disco con un clima espiritual, y un texto en primera persona, con ecos bíblicos, que expresa la angustia de un corresponsal de guerra.

No line on the horizon restaura las señas de identidad que lanzaron al grupo hacia la élite del rock de estadios.