El estreno de la serie de películas sobre Harry Potter y, en especial, de la última generación de milagros de animación ha traído consigo mil cosas positivas. Entre ellas, la explosión de un cine infantil- juvenil (aunque los mayores también lo disfruten) que llevaba un tiempo aletargado, la presencia de millones de críos en los cines y, sobre todo, la posibilidad de disfrutar de filmes estupendos, como la maravilla de Disney-Pixar Los increíbles .

Pero también ha supuesto algo negativo: cegados por el éxito de esas piezas, los nuevos directores pasan de riesgos y se dedican a fusilar con descaro y sin picardía los argumentos, el diseño de personajes y los ambientes de las películas más taquilleras. Algo que ha cerrado el marco de acción a un cine con infinitas posibilidades... A fin de cuentas, va destinado a los críos, personas sin prejuicios, con una capacidad envidiable de asombro y capaces de conectar con los universos más increíbles, aunque sean desquiciadamente fantásticos y escapen a interpretaciones lógicas.

FUERA DE LA NORMA

Por suerte, de vez en cuando alguien pasa de modas y se saca de la manga una película infantil-juvenil alternativa a esos malos derivados y, por supuesto, a la estampida de telefilmes de saldo sobre la amistad entre un niño y un perro. Así, estos últimos años han pasado por nuestros cines películas como La maldición de los hoyos (2003), 5 chicos & Esto (2004) o incluso Millones (2004). Las tres tienen algo en común: sus autores han explorado nuevas vías de entretenimiento, han arriesgado y no han subestimado la capacidad de comprensión de los más jóvenes. Pues bien, en esta liga milita también Zathura , una aventura espacial, tercer largometraje dirigido por el actor Jon Favreau.

Basada en una novela ilustrada de Chris van Allsburg, también autor del libro que inspiró Jumanji (1995), Zathura cuenta la historia de dos hermanos que descubren un misterioso juego de mesa en el que cada jugada despierta criaturas extrañas o una fuerza de la naturaleza sideral. Deberán acabar el juego para no quedar atrapados en él y conseguir volver a casa.

Zathura es una bendita rareza. Ni se amolda a las convenciones de los filmes actuales de su naturaleza ni hereda sus tópicos. Ni siquiera tiene una estética contemporánea. Por decirlo de alguna manera, está más cerca de Exploradores (1985) que de Las crónicas de Narnia (2005). Y eso es estupendo: el director de Elf (2003) revive en su nueva película el espíritu del cine infantil y juvenil de los años 80, una década maravillosa para el género.

REGUSTO OCHENTERO

La herencia de las películas para críos de aquella época se percibe en muchísimas cosas de Zathura . Pero hay dos que destacan sobre el resto. Son su diseño de personajes y, sobre todo, su sentido de la aventura.

Para empezar, los niños de Zathura , dos hermanos en pie de guerra, no son peleles. Sus vidas son más que el pretexto para encadenar secuencias. Al igual que los personajes principales de D.A.R.Y.L. (1985), El vuelo del navegante (1986) o el clásico Los Goonies (1985), tienen entidad y reflejos. No son simples títeres y el desarrollo de la acción siempre depende de ellos, de las decisiones que tomen en cada momento. Tanto los guionistas de la película (John Kamps y el cotizado David Koepp) como el propio Favreau crean personajes con entidad y les dan un trato adulto e incluso se atreven con un saludable humor negro. La inocencia no es aquí ingenuidad.