Dice Enrique Moradiellos (Oviedo, 1961) que su ‘oficio’ es el de profesor de Historia y que todo lo demás son cargos transitorios «o encargos» que se asumen y se desempeñan sin perder de vista por qué llegaron. Pero el cargo (o encargo) que acaba de asumir este catedrático de Historia Contemporánea de la Uex le «enorgullece» especialmente, según cuenta, más por el hecho de que «son los propios compañeros los que han decidido que era la persona idónea». Y eso que el encargo implica convertirse en académico de la Real Academia de la Historia y ocupar la vacante de la medalla número 31 tras el fallecimiento de Faustino Menéndez-Pidal de Navascués. Si la pandemia no trastoca los plazos de su designación, en un año Moradiellos pronunciará su discurso de ingreso y asumirá «la misión» de contribuir a fijar el análisis de la historia. Este «cacereño de pro», como suele decir a menudo, también llega a la institución con objetivo de lograr una Academia más abierta a la sociedad, porque está convencido de que para entender el presente es imprescindible conocer bien el pasado.

¿Qué supone entrar en la Academia de la Historia?

Un enorme orgullo, sobre todo, porque quiere decir que mis colegas de profesión, de muy distintas disciplinas, incluida la mía, consideran que tengo los méritos suficientes para ayudarles a llevar adelante las tareas que tiene la institución. Pero también significa una enorme responsabilidad. Esto no es un título, sino un encargo, que no es lo mismo que un cargo. Siempre digo que cada uno tiene su oficio y los cargos son transitorios. Sería muy importante que eso se aplicara a la política.

¿Quiere decir que los políticos tengan un trabajo antes que un cargo?

Es que es muy peligroso que se oficialice la política como una actividad única, porque corre el riesgo de caer en la tecnocracia. Los cargos, que normalmente son cargas, no pueden ser sustitutos de un oficio y deben ser limitados. Y tengo un gran respeto por los políticos, ojo. Pero tienen que tener una vida, un bagaje, una experiencia. Un político, antes de tener la responsabilidad de tomar decisiones que afectan a la vida de muchas personas tiene que haber pasado por esa vida. En Francia se decía que un ministro de Defensa, debía tener hijos, porque si declara la guerra a otro país, a lo mejor es su hijo el que tiene que ir a luchar.

¿Cuál es la misión de la Academia de la Historia?

--Esta es la segunda de las Academias que fundaron en España los Borbones en el siglo XVIII y tiene entre sus cometidos tres funciones. La primera es promover el estudio razonado de la Historia de España y del mundo hispánico, que ahora extendemos a todo el mundo. La segunda es aclarar la verdad de los sucesos del pasado y desterrar los mitos y las fábulas que oscurecen por malicia o ignorancia.

Parece algo así como detectar las ‘fake news’ de la historia.

En gran medida se trata de eso. En la historia hay muchas ‘fake news’.

¿Por ejemplo?

En el siglo XVIII la Academia empezó a poner en cuestión mitos consagrados. Por ejemplo, se decía que San Pedro había paseado por España y que San Pablo vino a España, había referencias del siglo XV. Los historiadores empezaron a ver que en los escritos antiguos no había ninguna referencia de que San Pablo llegara más allá de Corinto y nada que hiciera referencia a su paso por España hasta esos documentos del siglo XV. Las ‘fake news’ de la historia eran unas veces por malicia y otras por ignorancia.

¿No siguen también siguen ese patrón en la actualidad?

Sí, es cierto que sí. No hay más que ver las cosas que se están diciendo para desacreditar las vacunas frente al covid-19 o el bombardeo de mensajes en las elecciones de Estados Unidos.

¿Y el tercero de los cometidos de la Academia de la Historia, cuál es?

Promover el conocimiento de ese pasado para descubrir lo que el paso del tiempo y el olvido ha sepultado. En el fondo es el cometido del estudio de la historia a lo largo de la vida.

¿Si existe la Academia es porque ese estudio de la historia no se aborda desde la objetividad y la equidistancia?

La historia es una obra humana, Es el estudio razonado del pasado de los hombres con pruebas demostrativas de su veracidad y atención a las circunstancias de tiempo y lugar. En el fondo tiene muchas similitudes con el periodismo en cuanto al proceso de investigación, solo que abordamos sucesos del pasado.

La Academia debe conservar auténticos tesoros en su archivo.

Tiene una biblioteca, una hemeroteca y un archivo en los que se conservan ejemplares únicos, entre ellos las Glosas Emilianenses, ese códice del siglo X en el que un monje empezó a anotar en las glosas las palabras en latín que no entendía. En ese códice están las primeras palabras escritas de lo que hoy entendemos como español. Eso es un tesoro valiosísimo.

Qué pretende aportar usted como académico.

Quiero contribuir a que se mantengan esos tres objetivos definitorios de la Academia en el campo en el que creo que soy algo especialista, pero con cuidado. No soy un sabio, siempre se están aprendiendo cosas nuevas. Pero lo que se espera de mí es que ayude a desarrollar los conocimientos de España y Europa del periodo que soy especialista, de la Segunda República en adelante, incluyendo la guerra civil, la Guerra Fría y la Guerra Mundial en Europa. La historia de España hay que ponerla en contexto porque todo influye. Es como si hoy tratas de analizar el origen de Vox o de Podemos mirando solo a España o como si mides la evolución de la pandemia solo con los datos de España. Es un gran error hacerlo así, porque reflejan movimientos y respuestas de mucho mayor alcance. Para encardinar la historia de España hay que atender a su contexto geopolítico y geosocial. Yo puedo aportar eso al trabajo de la Academia.

¿Y no habría que acercar más todo ese trabajo a la sociedad?

Tenemos que estar en el foro público. Es cierto. Yo tengo una marcada vocación de dar a conocer nuestro trabajo y sé que los académicos lo aprecian. Lo que no demos a conocer nosotros de nuestro trabajo, no existe. Y al final la historia nos rodea, y lo que es más importante, la ignorancia de los problemas del presente procede casi fatalmente de la incomprensión de lo que ha pasado previamente.

Llevando eso a uno de sus campos de estudio, la herida de la guerra civil sigue abierta 85 años después.

Siempre hay varios factores en algo así y todos complejos. Todos los países de nuestro entorno tienen conflictos con el pasado reciente. La guerra civil fue un conflicto armado durísimo al que le precedieron cinco años de experiencia democrática con tres elecciones. El país estaba muy fracturado y como las urnas no resolvían el problema y llegaron las armas. La guerra generó un río de sangre en el que tú, porque puedes, mataste a mi padre y yo, porque puedo, mato al tuyo en el otro bando. Eso tarda en cicatrizar y en España no empezó a cicatrizar hasta los años 60, con la expansión del pacifismo, que alimentó a una generación que no reconocía al franquismo ni su victoria. Así se fue creando el clima de la reconciliación durante la Transición.

Pero ese trabajo no se completó y esa parte de la historia sigue generando crispación.

Porque en la mayoría de las ocasiones no se conoce la complejidad de la historia, sino solo una simplificación. Y la simplificación de cosas complejas es siempre muy peligrosa.

En su ‘oficio’ como profesor ¿Cómo ha vivido este último año? ¿Estaba preparada para funcionar a distancia?

No lo estaba. Igual que no lo estaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Gobierno español, la Unión europea o la dictadura China. Nadie estaba preparado para afrontar una pandemia. Pero dicho esto, la universidad no estaba preparada, pero el profesorado y el servicio técnico ha hecho un esfuerzo enorme para adaptarse y dar una respuesta. Estoy muy orgulloso de cómo se ha trabajado desde la Uex.

¿Ha cambiado mucho el mundo en estos ocho meses?

Sí. Pero es que las pandemias, las guerras y le hambre han sido los siempre los tres azotes de al humanidad. En los países ricos, que no tenemos guerras ni hambre, sufrimos igual que todos la pandemia. Las ha habido en la historia y las volverá a haber, aunque aquí pensamos en la desescalada y en el verano que todo había terminado.

¿Cree que abrir la hostelería y el turismo fue un error?

Fue toda una declaración de principios de qué se entendía que era lo importante. Se cerraron escuelas y facultades, pero no bares, restaurantes y cines. Se cerró lo que era esencial.