En Villanueva no hay registro municipal de perros, pero entre las tres clínicas veterinarias existentes se contabilizan más de 3.000 canes, según la Protectora de Animales, Anima. A este número hay que sumar los que no siguen un control sanitario, aunque son los menos.

Lo habitual es ver a sus dueños sacando a sus mascotas a pasear y a que hagan sus necesidades fuera de casa. Esta costumbre, la de que dejen los excrementos, está convirtiendo las calles y las zonas ajardinadas en estercoleros. Ante este hecho, el consistorio ha publicado una nota en la que rogaba a sus propietarios a que recogieran con bolsas las defecaciones, y destacaba que cuidasen especialmente la zona comercial "extremando nuestra responsabilidad con nuestros animales".

Problemas de civismo

La localidad no tiene pipi-can ni expendedor de bolsas. Ni va a tenerlo. La concejala de Medio Ambiente, Fuensanta Martínez, explicó a este diario que estos sistemas --instalados en otras poblaciones-- suponen un coste elevado y no dan resultados. "Lo que hay es que concienciar a la gente. Cada uno puede coger bolsas de casa y recoger los excrementos, si estás concienciado". No obstante, ella y el edil de Sanidad, Juan Cruz, reconocen que no hay riesgos sanitarios, pero sí de imagen y limpieza.

La presidenta de Anima, Gloria Alvarez, coincide con ella al decir que es un problema de educación y civismo. "Si queremos que respeten a los animales, empecemos por respetar a los demás" y añade que para que los pipi-can funcionen deben ser muchos y tener mucho mantenimiento porque, "los perros son muy limpios". Lo más adecuado, dicen todos, es que cada uno recoja lo suyo.