El Ayuntamiento de Medellín ha procedido a la colocación de la lápida sobre la tumba de Eduardo Rodríguez Gordillo, sacerdote e historiador local entre 1883 y 1924, autor de los Apuntes Históricos de la Villa de Medellín.

Según el consistori, gracias al trabajo de Rodríguez Gordillo conocemos capítulos de la historia que se habrían desvanecido en el tiempo, si no los hubiera recogido en sus apuntes históricos.

Con este gesto, el pueblo de Medellín salda su deuda «con tan ilustre vecino dignificando y poniendo en valor su lugar de descanso eterno» en el castillo de la villa, según el ayuntamiento.

Eduardo Rodríguez Gordillo fue el último párroco de la iglesia de San Martín de Medellín. Fue un gran erudito y un excelente historiador de esta Villa.

Según la Asociación Histórica Metellinense, su padre era natural de Holguera (Cáceres) y su madre de

Los Santos de Maimona (Badajoz). Nació en Herrera del Duque ( 1849), pero su ministerio lo ejerció en la diócesis de Plasencia. Su labor pastoral la desarrolló como párroco de Abertura (Cáceres) y en Medellín. También desempeño los cargos de Ecónomo de Higuera de Albalat (Cáceres), Navalvillar de Pela (Badajoz), Abertura y Romangordo.

SENCILLO Y DE CARÁCTER DURO / A mediados del siglo XX los metellinenses lo recordaban como un hombre sencillo, de carácter duro y carismático, un gran orador, muy generoso y amigo de hacer el bien siempre que podía. Cura de su tiempo, muy implicado con el pueblo llano y con sus faenas agrícolas; él mismo contribuía, a veces, al cuidado de una pequeña finca de la parroquia. El gran biógrafo de Cortes, Carlos Pereyra, al que sirviera de guía durante su estancia de documentación en Medellín, lo retrató así:

«Alternaba la sotana de clérigo con la chaqueta de labrador. Pronto pude advertir que lo mismo sabe sembrar un campo y construir una casa, que decir un sermón o componer un libro».

Su obra historiográfica manuscrita fue publicada como Apuntes Históricos de la Villa de Medellín en diferentes periódicos de comienzos del siglo XX, como boletines por entregas. Se trata de una obra única en su clase, necesaria e imprescindible para la historiografía de Medellín, especialmente porque la Batalla de Medellín (28 de marzo de 1809) y sus secuelas, y la Guerra Civil (1936-1939) dejaron sin archivos municipales ni parroquiales a esta villa. Con esta obra salvó un cúmulo de datos históricos.