El puente es el elemento de lógica más evidente para simbolizar la vertiginosa ciudad de doce millones de habitantes, la más poblada de todo el Mediterráneo, muy cerca de El Cairo. El hecho es que Estambul une dos continentes, Europa y Asia, por no decir dos civilizaciones: Oriente y Occidente. En este punto crucial de la mezcla de influencias, los puentes se reproducen y multiplican de modo igualmente simbólico.

El primero entre todos por su centralidad, el famoso puente de Gálata, era y sigue siendo la calle mayor de Estambul, la arteria urbana estratégica en el Cuerno de Oro, el estuario o brazo de mar alrededor del cual se ha asentado la ciudad. Las tensiones de crecimiento que experimenta la capital de facto de Turquía mientras llama a la puerta para entrar en la UE le han llevado a levantar nuevos puentes a escasa distancia, modernas réplicas cargadas de imagen renovadora. Una parte de Turquía quiere mirar al futuro.

Pescadores y mirones

A pesar de todos los progresos, en el centro urbano el protagonismo corresponde al clásico puente de Gálata. El conjunto de corrientes ciudadanas fluyen en él, espesos. No solo enlaza los barrios más poblados del centro también es el embarcadero de los numerosos ferries, transbordadores o faluchos que recorren el Bósforo, el mirador de las magnéticas puestas de sol, la calle de los restaurantes populares de pescado alineados en el piso inferior de su vientre metálico, el punto de encuentro del centenar de pescadores de caña aglomerados cada segundo del día en las barandillas para lanzar el anzuelo y el volantín a las aguas viscosas del Bósforo, vigilados por otro centenar de observadores interesadísimos en el resultado de la espera.

Todos se muestran imperturbables y concentrados, a pesar de la furia que ruge a sus espaldas procedente de la circulación rodada. En caso de necesidad, los pescadores, los mirones y los numerosos peatones pueden relajarse fumando la pipa de agua en los cafés del vientre del puente, jugando al backgammon o mirando en la televisión algún partido de los dos equipos más populares de la ciudad, el Galatasaray y el Fenerbahçe. Los frutos de la pesca con caña en el puente de Gálata serán servidos al poco rato en forma de suculento bocadillo en los tenderetes de comida cerca de las estaciones de los ferries.

Uno de los extremos del puente desemboca en el Bazar de las Especias, también denominado Bazar Egipcio o de Misir Carsi. Las especias del nombre originario son una reminiscencia fotogénica, como también lo son los dulces lokum o delicias turcas, junto a los productos de todo tipo que se mercadean en el máximo imaginable de idiomas.

Desde Gálata se puede ir andando hasta el palacio de Topkapi, una de las joyas de la Sublime Puerta, la capital del sultanato. En sus mejores épocas, acogía a 5.000 residentes al servicio del sultán por lo que ahora expone esplendorosas muestras del lujo desenfrenado. En la ciudad de las mil mezquitas, los minaretes más descollantes corresponden a Santa Sofía y a la Mezquita Azul.