Los impuestos nunca han tenido buena prensa y, sin embargo, gracias a ellos es posible obtener fondos para todo tipo de servicios públicos. Pero no sólo sirven para conseguir dinero. Hay impuestos que están diseñados, fundamentalmente, para disuadir de determinados comportamientos negativos para la sociedad. Los gravámenes verdes tienen como objetivo penalizar económicamente acciones que van contra el medio natural como modo de desmotivar a sus usuarios. Pero ¿cuál es el panorama en España?

Los últimos datos disponibles (Eurostat) son de 2017 y demuestran que en nuestro país sólo el 5,4% de los impuestos vigentes son ambientales, ínfimo porcentaje que además supone un ligero retroceso sobre los dos años precedentes. La media europea está en el 6,14%, aunque países como Grecia, Eslovenia o Letonia superan el 10%. Pero los expertos advierten de que, siendo bajo el porcentaje español, aún así estaría inflado artificialmente, debido a que algunos gravámenes considerados verdes en realidad no serían tales.

Pocos e incoherentes

«Un auténtico impuesto verde es aquél diseñado para desincentivar conductas contaminantes. El impuesto sobre hidrocarburos grava, por regla general, el volumen de los productos y no el contenido de dióxido de carbono que se liberará en la combustión. Y en el impuesto sobre la electricidad se grava (con pequeños matices) el importe en euros de la energía consumida, con independencia de que su origen sea más o menos contaminante», explica a este diario el catedrático de Derecho Financiero y Tributario Pedro Herrera. Para él, «en el ámbito estatal apenas existen auténticos impuestos verdes». Otros expertos calculan que, en esta situación, sólo el 17% de los impuestos que en España llevan la etiqueta ?verde? lo serían realmente, con lo que, si se descartaran estos casos, la recaudación española en tasas ecológicas se habría quedado en sólo 3.653 millones en 2017, frente a los 21.382 millones oficialmente declarados.

Operacion salida.Entre los pocos impuestos claramente ecológicos que existen en España figura el que grava los gases fluorados utilizados en aparatos de refrigeración y, sólo en parte, el impuesto de matriculación, recuerda Herrera.

«Un auténtico impuesto verde es aquél diseñado para desincentivar conductas contaminantes»

Lo verde vende, y los tributos no son una excepción, pues a menudo se usa este concepto para darles un barniz más amable ante el contribuyente. No sólo el Gobierno central implanta estas figuras impositivas, sino también las comunidades autónomas. El impuesto al desgaste que causa la afluencia masiva de turistas sobre el medio natural es objeto de impuestos en algunas de ellas, como Baleares, donde cada turista paga un euro al día en concepto de ?ecotasa?. Pero los ecologistas insulares alertan de que «hecha la ley, hecha la trampa». Los conservacionistas denuncian que la ?ecotasa? actualmente en vigor «sirve en realidad para cualquier cosa: desde construir instalaciones educativas hasta para promocionar acciones turísticas bajo el sello de sostenible». Es decir, el impuesto pierde la función y la filosofía con la que fue concebido inicialmente.

Eurostat (2017). Infografía: Iberdrola

Otros impuestos autonómicos de tipo ecológico se aplican a asuntos tan dispares (y a veces contradictorios) como las emisiones atmosféricas, el saneamiento de aguas residuales, la entrega de residuos en depósitos, los parques eólicos y las grandes superficies comerciales, entre otros. No todos tienen una finalidad claramente ambiental, sino más bien recaudatoria. Y es que «la desatención por parte del Estado ha sido aprovechada por las comunidades autónomas para tratar de ocupar el nicho de la fiscalidad ambiental. Esto ha llevado a un crecimiento exponencial de impuestos ambientales, de forma desordenada, poco coordinada y, en ocasiones, con franca incoherencia respecto a los objetivos ambientales», señala el experto en Derecho Tributario José María Cobos. Ejemplo de este caos es que el abogado general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea consideró «lamentable» que en España se cobren impuestos a los parques eólicos o las centrales hidráulicas, recuerda Cobos.

Es decir, que no se aplican impuestos a lo que debería tenerlos y se penalizan algunas acciones que deberían incentivarse.

LA DESVIRTUACIÓN DEL CONCEPTO

Falsos tributos ecológicos con un objetivo únicamente recaudatorio

?Expertos en Derecho Tributario, como Pedro Herrera o José María Cobos, advierten de que impuestos como el de los hidrocarburos o el de la electricidad no pueden calificarse de ambientales, porque no sirven para disuadir del uso de recursos no renovables.

En estas circunstancias, Greenpeace habla de «miedo a la fiscalidad verde». Los pocos tributos que existen tienen «una finalidad simplemente recaudatoria y no existen presupuestos finalistas que se destinen a la mejora del medio ambiente, a la lucha contra el cambio climático o a favorecer la transición energética justa». Hace un año, las principales organizaciones ecologistas españolas se unieron para pedir la implantación de 13 nuevos impuestos ambientales, para gravar actividades como la caza, los plaguicidas, los vertidos, la incineración de residuos, la ganadería intensiva o el esquí alpino, entre otros. Paco Segura, de Ecologistas en Acción, señala que son propuestas «para cambiar comportamientos, que es de lo que se trata».

El Gobierno ha aparcado de momento el impuesto a los billetes de avión por la crisis económica.Pero no parece haber grandes esperanzas de mejora de cara al futuro inmediato. El Gobierno de Pedro Sánchez había anunciado dos nuevos impuestos netamente ecológicos (al uso de plásticos y al transporte aéreo), pero la crisis económica derivada de la Covid-19 ya ha tumbado el segundo de ellos. La tasa ecológica para los billetes de avión iba a encarecer los movimientos de personas por vía aérea y, de hecho, el objetivo era desincentivar este medio de transporte contaminante para favorecer otros más sostenibles. Estaba previsto recaudar hasta 1.300 millones anuales. La difícil situación económica ha llevado al Ejecutivo a aplazar su aprobación hasta momentos más propicios. Sí sigue adelante el impuesto al uso del plástico, que ya tiene forma de anteproyecto de ley.

Con este último gravamen se pretende dar otra vuelta de tuerca contra el uso de este material en la vida diaria, sobre todo en vista de que la Covid-19 se ha convertido en un inesperado aliado de los plásticos de un solo uso, debido a los sistemas de prevención y protección desplegados para combatir la pandemia.

La recaudación en España por impuestos ambientales ha ido bajando en los últimos años. SHUTTERSTOCK

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