"La vida se pasa volando... A los ocho años me enviaron a estudiar a Salamanca, que era algo muy común en los 60 en Gata. Después me trasladé a Madrid para hacer Periodismo. Conocí a mi marido, Joaquín Bohórquez, un arquitecto ecuatoriano que cursaba en España estudios de posgrado, nos casamos y nos fuimos a Ecuador, a Santiago de Guayaquil. Ibamos por cuatro años, pero cuando nos quisimos dar cuenta, habían pasado 20.

Mi marido empezó a dar clases de Urbanismo en la universidad y sacamos una revista de arquitectura llamada Domus que publicamos durante 13 años. También dirigí una revista destinada a los emigrantes españoles en Ecuador y daba clases en la facultad de Periodismo.

Tuvimos tres hijas y multitud de amigos, pero un buen día de principios de 1999, los bancos amanecieron cerrados y la crisis económica estalló con tal fuerza que colapsó el sistema económico: no nos pagaban la publicidad de la revista, pero nosotros teníamos que pagar a nuestros empleados. Tampoco nos pagaban los sueldos en la universidad. Decidimos regresar a España.

RICOS EN BANANO Ecuador es un país muy rico, una potencia en cacao, en petróleo, en banano, en camarón... Pero la riqueza está tan mal distribuida que casi no hay clase media. El dinero está fuera del país porque la situación política, con cinco presidentes en siete años, no genera confianza. Por esta razón, tantos ecuatorianos han emigrado a España.

¿Pero dónde nos íbamos en 1999, con más de 40 años y tres hijas de 15, 13 y 10 años? Nosotros teníamos la vida resuelta allí, ¿pero qué iba a ser de nuestras hijas? Vendimos el coche, el piso y la revista Domus . Sabíamos que en Extremadura daban ayudas a los emigrantes que retornaban a la región. A ellas nos acogimos y nos vinimos a Cáceres, donde una hermana mía trabaja en la Biblioteca. Había otro condicionante: el clima. En Guayaquil, es tropical: allí 22 grados es fresquito. Nos planteamos también venir a Salamanca, pero el frío nos echó atrás.

Es difícil llegar a una ciudad nueva y casi desconocida a una determinada edad. Para nuestras hijas ha sido más fácil. Son ya muy cacereñas y se mueven por la ciudad con facilidad. En Guayaquil, con dos millones de habitantes, había bastante delincuencia. En Cáceres, con 85.000 habitantes, todo es distinto: hay calidad de vida, van solas a cualquier sitio. Mi marido y yo hemos pagado el precio de perder a amigos de 20 años.

Nada más llegar, creamos la revista Habitex de arquitectura extremeña. La financiamos con publicidad, tiramos 2.000 ejemplares cinco veces al año y se distribuye entre profesionales y empresarios de la arquitectura y la construcción y organismos oficiales. Desde 2002, publicamos otra revista: Habitex Interior , sobre el diseño y la decoración de interiores en Extremadura. Tiramos 3.000 ejemplares.

Crear y vender productos culturales es muy difícil. Las revistas son una aventura que llevamos adelante mi marido y yo en casa, los sábados y los domingos, por las noches. El, además, trabaja en una empresa de control de edificaciones y construcción y yo aprobé en 2002 unas oposiciones para profesora de Tecnología de Artes Gráficas. Doy clases en el IES Reino Aftasí de Badajoz, adonde viajo todos los días desde Cáceres.

Este ciclo de grado medio de Artes Gráficas es el único que hay en Extremadura. Tenemos 44 alumnos y el próximo curso empieza a funcionar un ciclo de grado superior de Diseño y Producción Editorial. Hasta ahora, los trabajadores de este sector se formaban en las propias empresas, pero en artes gráficas, la tecnología cambia rápidamente cada año. En Extremadura hay 66 imprentas y más de 200 empresas relacionadas con las artes gráficas que precisan de personal formado con las últimas tecnologías.

No descuido mi formación como periodista. Estoy haciendo los cursos de doctorado y barajo una tesis cuya hipótesis sería que en Extremadura, el imaginario colectivo, lo que somos y queremos llegar a ser está determinado por informaciones, noticiosas o no, extremadamente localistas y domésticas. Informaciones que nos hacen creer que somos una región donde lo importante es que se cultivan calabazas de un metro de diámetro, que los vendedores de fruta se pelean continuamente con los guardias, que la policía acude cada noche a casas donde ser hace ruido, que se fumiga una especie nueva de lagartos o se fuerzan todos los días los pivotes de las aceras. Estas noticias configuran nuestra manera de ver el mundo, pero el mundo y Extremadura son algo más que eso".