Tras una larga e insatisfactoria lucha por quedarse embarazada y convencida por una asociación de adopción, Satoko y su marido deciden adoptar a un niño. Años después, su familia se tambalea con la amenaza de Hitari, una chica desconocida que dice ser la madre biológica. Satoko opta por confrontar a Hitari directamente.

La nueva película de Naomi Kawase se desarrolla en una narrativa compleja (una historia de adopción y maternidad) filmada con un deseo de claridad, limpieza y gran humildad. El estilo impresionista y sensorial de la directora se puede encontrar en tomas de inserciones sobre el viento y otras visiones del paisaje que envuelve a sus personajes.

“Mientras filmo, hay un momento en el que me conmuevo hasta las lágrimas. Ese momento llega cuando los actores están viviendo la vida de los personajes como son, y cuando incluso expresan las emociones más allá del guion. Realmente me doy cuenta de lo extraño que me resulta. Los actores son increíbles, están vivos, están respirando.

Hemos recorrido seis lugares en todo Japón para filmar. Hay mar, bosque, ciudad, un sitio histórico. Estamos rodando esta película como si memorizáramos un viaje, a través de las estaciones del año y del carácter de cada ciudad.

Un matrimonio recibe el hijo que anhelaba y que no llegaba por cosas del destino. Esta historia explica precisamente cómo forjarse el destino. Como si el mundo, después de la lluvia, fuera purificado por una luz radiante.

Todo el mundo es el ‘hijo’ de alguien y ha nacido de una ‘madre’. Y debido a esto, el núcleo de esta historia sacude el corazón de la gente.

Ahí yace el origen del mundo, visto por alguien que cree en que este mundo es genuinamente hermoso”.