Una historia emotiva que habla de soledad y solitudes, reúne al mismo equipo creativo,
los mismos productores y los mismos actores, creando un nuevo trabajo de teatro de
máscaras que sin ni una sola palabra, resulta todo lo contrario a inexpresivo. Un viaje por universos cotidianos que, combinando de forma magistral la gravedad con la sonrisa, conmueve, sorprende y emociona.
Un anciano, cuya principal ilusión en la vida era jugar a las cartas con su mujer, enviuda
repentinamente. Su familia, hijo y nieta, se hacen cargo de él. Pese a esforzarse de la
mejor manera de la que son capaces, le atienden, pero no le acompañan. El abuelo no
logra hacerles entender que lo único que necesita es compañía, aunque sea jugando a
las cartas tal como lo solía hacer. Se siente tan desvalido que acaba saliendo a la calle a
buscar con quien jugar encontrando como única compañera una prostituta primeriza.
El descubrimiento por parte del hijo de la prostituta en casa desencadenará una serie de acontecimientos cruciales en la vida de estos tres personajes. Aparentemente una
historia sencilla, pero repleta de metáforas y de reflexiones acerca de las relaciones
humanas, la necesidad de afecto, la incomunicación y en qué medida nuestros prejuicios son capaces de imposibilitar la felicidad de otras personas y por supuesto la nuestra.
Un conmovedor montaje de teatro de máscaras que ahonda en la soledad y la
incomunicación familiar. En ella juega un papel imprescindible la música, compuesta por Luis Miguel Cobo, que obtuvo también el Max a la mejor composición original.
Premio Max al mejor espectáculo y mejor música en 2018.