Una de las frutas más difíciles de conservar, especialmente ante las altas temperaturas de verano, es la cereza, un fruto con elevadas cantidades de vitaminas K, A y C además de calcio, hierro y fósforo. Generalmente las cerezas de mayor tamaño son las que tienen mejor textura y sabor.

Frecuentemente utilizada para elaborar tartas, mousses, mermeladas y compotas, tienden a madurar muy rápido y muchas veces, de no consumirlas en los primeros tres días, terminamos desperdiciando cantidades sustanciales a causa de su mal estado.

Sin embargo, para que duren alrededor de dos semanas, primeramente, no debes lavarlas a no ser que te la vayas a comer en el momento, ya que el agua actúa como catalizador en su deterioro. Otro detalle importante es conservarla con su rabito ya que ayuda a que no se resequen.

Una parte fundamental del proceso es dónde guardarlas, lo perfecto es una bolsa plástica totalmente cerrada donde no haya posibilidad de circulación del aire y guardar las cerezas bien separadas unas de otras.

Al terminar el proceso de empaque, las cerezas van a la nevera, el sitio donde la baja temperatura será perfecta para mantenerlas frescas, de esta forma, y siguiendo estos pasos, habrá cerezas disponibles por dos semanas.