En 1499 vino al mundo uno de los santos más famoso por sus terribles penitencias. Perteneciente a una familia humilde extremeña, durante su etapa estudiantil en Salamanca descubrió la vida de los franciscanos y decidió unirse a ellos, ya que compartían ese carácter modesto y respetuoso. Estamos hablando de San Pedro de Alcántara, patrón de Extremadura, quien llevó su penitencia a tales extremos que perdió el sentido del gusto; pasaba horas de rodillas y, cuando se sentía cansado, apoyaba la cabeza sobre un clavo en la pared. Apenas dormía y pasaba las 24 horas rezando y meditando.
El convento más pequeño del mundo
En este contexto se entiende que en 1557 San Pedro de Alcántara fundara el cenobio más pequeño del mundo. Se encuentra ubicado en Pedroso de Acim, muy próximo a la sierra de Cañaveral y los valles del Jerte y el Alagón.
Estamos hablando del monasterio de El Palancar, cuya construcción partió de una pequeña casa de la localidad cacereña. La arquitectura es muy sencilla y austera, al igual que sus dependencias: celdas con camas de madera donde dormían los frailes. La celda del santo es tan pequeña que no podía ponerse de pie. La decoración de la capilla se basa en sencillos mosaicos y el claustro con columnas de madera y un patio de luz.
Un santo de 1.90 metros
Esta sencillez y estas pequeñas dimensiones cautivan a los visitantes, que se quedan perplejos a conocer una anécdota que recoge la Diputación de Cáceres sobre Santa Teresa. Al parecer, la santa andariega se sorprendió al ver que fray Pedro de Alcántara "dormía sentado y con la cabeza arrimada a un maderillo en la pared". Este chascarrillo impacta cuando se conoce que el patrón extremeño medía 1,90 metros.
El conventino, como también se conoce al cenobio cacereño, fue definido por Juan de Santa María como "un lugar con treinta y dos pies de largo y veintiocho de ancho, con una capilla tan pequeña que en ella cabían el sacerdote y el acólito que le ayudaba, si otro alguno entraba ocupaba mucho".
Aunque se conserva la estructura original, la puerta actual desvirtúa su tamaño, invitando a pensar que es más grande de lo que verdaderamente es. Hoy en día, se puede ver también, como recuerdo, una cruz con la que se representa uno de los lugares favoritos del santo y en el que pasaba mucho de su tiempo rezando.