Es toda una veterana del tenis de mesa al que ha dedicado su vida y al que piensa seguir vinculada cuando decida colgar la pala, algo que de momento no se plantea. Galia Dvorak participará en sus cuartos Juegos Olímpicos de Tokio a sus 33 años pero sigue igual de motivada que el primer día sino más. “La verdad es que hay momentos que tengo la sensación de que ha pasado una eternidad y que llevo en este deporte muchísimo tiempo pero en cambio si pienso en Pekín 2008 me da la sensación de que hace nada”, asegura la palista catalana.

Dvorak está convencida de que los de Tokio serán unos Juegos “especiales y muy emotivos porque se celebrarán tras haberlos aplazado un año y después de haber vivido esta difícil situación, pero también creo que en algunos aspectos serán descafeinados al ser sin espectadores… yo sufro un poco por los que van por primera vez porque no podrán vivir lo que es la experiencia completa”.

De Pekín, donde disputó sus primeros Juegos, a Tokio han pasado 13 años, un mundo para una deportista: “La Galia de Pekín era una Galia sin ninguna expectativa que con estar allí tenía suficiente. La de Tokio ya es una Galia que sabe perfectamente lo que se va a encontrar y que no se conforma con solo llegar a unos Juegos sino que está muy concentrada en dar lo mejor de sí misma. Espero dar mi mejor nivel”.

Sin embargo el mejor resultado lo obtuvo en China con la novena plaza por equipos: “En Pekín mis rivales no me tenían tanto respeto. Era joven y no se me conocía internacionalmente así que fue un poco sorpresa el nivel al que jugué. Ni yo misma mentalmente estaba preparada para ello. Ahora, 13 años más tarde soy una Galia que lleva mucho más tiempo ahí y por sorpresa no voy a pillar a nadie, pero también creo que soy una jugadora mucho más fuerte”, comenta tras asegurar que “me siento muy feliz por poder compartir los Juegos con María (Xiao), que debuta en una cita olímpica”. 

Entrenando a tope

Galia Dvorak lo pasó mal después del último Preolímpico, pero por suerte se recuperó de sus problemas en el hombro: “Me pude tomar un tiempo para descansar y ahora estoy con muchas ganas de entrenar, de ponerme aún más en forma y llegar a tope. Espero dar mi mejor nivel”, confiesa la jugadora en las instalaciones del CN Mataró, donde ha crecido como deportista.

Previamente a certificar su clasificación se pasó muchos días sufriendo y haciendo cálculos: “Contaba todos los puntos, los resultados de todas mis rivales, contaba mis propios resultados, pensaba las cosas que podían pasar y era un dolor de cabeza constante. A mitades del preolímpico europeo mi clasificación ya era matemática y fue entonces cuando me quité un peso de encima”.

La palista, nacida en Kiev e hija de dos jugadores de tenis de mesa profesionales, ha incidido mucho en mejorar su estado físico y su capacidad explosiva de cara a Tokio. "Creo que es una de las cosas que peor se me da. Soy una jugadora muy resistente y dura de cabeza, pero a la que le cuesta mucho acabar los puntos, así que he intentado poner un poco de hincapié en ser un poco más decisiva”, confiesa. Y nos descubre un secreto: “Mi madre siempre me dice que me lo tengo que creer más e incluso que tengo que hacer un poco de teatro y mostrarme más segura de mis posibilidades”.