Antes de que Cassius Clay, años después el legendario Muhammad Ali tras abrazar el Islam, se erigiera en el más grande boxeador de todos los tiempos y símbolo contra el racismo, los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 serán recordados como el evento donde aquel, entonces, muchacho de 18 años se presentaría al mundo, cerraría su etapa amateur e iniciaría una histórica carrera profesional sobre los cuadriláteros.

Tenía tanto pánico a los aviones que su participación en la cita olímpica fue una incógnita hasta el último momento. Estaba dispuesto a renunciar y trató de convencer a los organizadores para viajar en barco pero, tras denegárselo, tomó un vuelo de Estados Unidos a Roma... con la exigencia de llevar junto a su asiento un paracaídas.

Clay se presentaba en la ciudad romana con una impresionante trayectoria: 100 victorias de 108 posibles. Su estilo, sin embargo, era mal visto por los ortodoxos del boxeo. Sobre la lona se movía, como él mismo reconocía, como una bailarina que “flotaba como una mariposa y picaba como una abeja”.

En su debut olímpico, en la categoría de 75-81 kilos, el árbitro detuvo el comba-te ante el belga Yvon Becot en el segundo asalto para evitar el KO técnico a favor del estadounidense. En cuartos de final se deshizo, con contundencia, del ruso Gennady Shatkov, oro olímpico cuatro años antes en los Juegos de Melbourne.

En semifinales, el australiano Tony Madigan tampoco pudo frenar las embestidas de sus puños. 

El ansiado metal

Una sola pelea separaba su camino al oro. Enfrente, el púgil polaco Zbigniew Pietrzykowski, tres veces campeón de Europa. Los dos primeros asaltos fueron igualados. La zurda del rival era difícil de contrarrestar pero su rostro no tardaría en sangrar ante el vendaval de golpes al que Clay le sometería.

Pietrzykowski aguantaría en pie hasta el final de los asaltos, pero el metal dorado ya tenía grabado el nombre del boxeador de Louisville.

La historia deportiva no había hecho más que empezar. De Cassius Clay a Muhammad Ali. De deportista en la élite a una figura social que tuvo una enorme influencia en la política y en la lucha contra el racismo. Dirimiría durante 32 años su último combate contra la enfermedad de Parkinson, hasta que cayó derrotado, eso sí, fuera de los rings. “Mi propósito era ser un héroe que enseñase a los negros que ser negro es hermoso”.