TNtos piden nuestro voto cada cuatro años y después se olvidan de nosotros. Nos seducen y nos prometen el oro y el moro, pero cuando les hemos dado la silla les da una amnesia selectiva que hace que en los tres años y medio largos que siguen, hasta que no llega la siguiente cita electoral, no recuerden nunca de dónde les viene el poder.

En este tiempo hacen y deshacen como monarcas absolutos. La opacidad es tan intrínseca a los políticos que alguien ha hablado de hacer una ley de transparencia para obligarles a ser claros a la hora de rendir cuentas. Es cierto, deberíamos ser los ciudadanos los que nos preocupáramos de velar por nuestros intereses y ser más activos en la vigilancia del poder, pero es una tarea imposible de realizar de manera individual.

Solo un espíritu crítico bien trabado puede hacernos inmunes a los movimientos de trilero de muchos gobernantes, un espíritu crítico que depende de la educación, la cultura y la literatura. Areas a las que, ya se ve, dedican todos sus esfuerzos. Solo es casualidad que con cada legislatura se hayan ido erosionando estos tres pilares para la formación de los ciudadanos pensantes, que las humanidades hayan sido arrinconadas o que la lengua, sea nuestra o no, ocupe cada vez menos espacio en los currículos escolares.

La democracia solo será democracia real el día que tenga suficientes mecanismos para impedir la corrupción, la malversación de los fondos públicos y la negligencia a la hora de gestionar lo que es de todos. Cuando un político no trabaja por el bien común, debería ser apartado de manera fulminante. La justicia los atrapa años después de cometer el delito, cuando el dinero ya ha volado. El precio que pagan, si lo pagan, puede ser insultante: miren a Jaume Matas entrando en una prisión elegida y con asistencia psicológica para que su cambio de residencia no sea traumático.