TCtuentan que, un día, un escorpión se encontraba a la orilla de un arroyo sin poder cruzarlo ya que no sabía nadar, deseaba reunirse con los escorpiones que vivían al otro lado pero no hallaba modo de cruzarlo. De pronto apareció cerca de donde se encontraba una rana, a la que solícito se dirigió el escorpión:

--Rana, ¿podrías ayudarme a cruzar el río?

--No, no, si lo hiciera podrías matarme con tu veneno.

--Eso es imposible, ya que si te matara mientras cruzamos el arroyo, yo también moriría ya que yo no sé nadar.

La rana se quedó pensativa y considerando razonable el comentario del escorpión, y tratando de hacer el bien, aceptó transportar al escorpión al otro lado del arroyo. Rápidamente subió a lomos de la rana que comenzó a cruzar el cauce, pero el escorpión cuando se encontraban a medio camino, clavó su aguijón en la rana. Segundos después los dos se van al fondo y mientras se hunden la rana pregunta al escorpión: ¿Por qué lo has hecho? ¡Los dos hemos acabado! El escorpión calló unos instantes y justo antes de morir respondió: "Es mi condición".

Esta fábula realmente desgarradora la contó el pedagogo Santos Guerra en una ocasión, para hablar de cómo algunas personas se sienten impelidas a hacer daño a otras, aunque de ello no obtengan beneficio alguno.

El que alguien sienta placer haciendo un daño, o vejando, a otro, es un sentimiento mezquino, y difícilmente justificable, si no es por lo que el escorpión definió como "su condición". De todos modos, hay en la fábula un aspecto que puede pasar inadvertido, se trata de la condición de la rana, es decir, la de aquellos dispuestos a poner su lomo sabiendo que pueden ser heridos, humillados o maltratados. Gentes incapaces de decir no, por no perder el afecto del otro, por miedo a un rechazo posterior, o por algún beneficio interesado, cuando no mezquino, que piensan obtener posteriormente.

XIMAGINO QUEx más de un lector estará buscando situaciones parecidas en su entorno, y me temo que se dará cuenta que cerca de él existen buenos ejemplos de ranas y escorpiones. También en la universidad, hace pocos días, creo haber visto situaciones parecidas, me refiero a las novatadas que tienen lugar al inicio de cada curso. Mucho se ha escrito sobre esta práctica irracional en la que un grupo de escorpiones llamados veteranos, infligen un daño injustificado a unas pobres ranas que lo soportan resignadamente.

Este curso, los impresentables veteranos volvieron a organizar sus poco originales festejos, consistentes en rebozar con huevos, vinagre, mostaza y kétchup a los novatos y marcarles en caras, brazos o cualquier otra parte desnuda de sus cuerpos, una letra "N" que representan el carácter de novatos de los que sufren estas fiestas. A pesar de su prohibición, el campus cacereño, especialmente los jardines, acabaron convertidos en un gigantesco vertedero. Después fueron hasta el centro de la ciudad y creo que es de todos conocido cómo acaba la historia.

El día después de tan humillante celebración, todos los que llegamos al campus a primera hora, pudimos comprobar aún los efectos de las novatadas. En clase de educación ambiental me pareció oportuno que comentásemos lo ocurrido, y fueron los propios alumnos quienes tomaron una decisión: de forma unánime quisieron pasar a la acción y salir ellos mismos a recoger los restos de la fiesta de novatos y veteranos. Todos los contenedores del campus acabaron abarrotados de botellas, plásticos, cartones, y el campus cambió su imagen. Los alumnos se sintieron satisfechos de su trabajo, y decidieron hacer una presentación que pudiera servir para la reflexión de los alumnos recién llegados y de los que promovieron las novatadas.

Me pareció una magnífica idea, y pensé que, quizás viendo a sus compañeros recogiendo su basura, pensarían un poco en los efectos de su "condición de veteranos". Seguro que habrá quien aún no se dé cuenta de la repercusión de sus actos, pero, por si alguno tiene un momento de lucidez, les diré que dos días después de la celebración de las novatadas, un grupo de jabalíes que campan a sus anchas, en cuanto cae la tarde por el campus, la residencia asistida e incluso por las rotondas de la carretera de Trujillo, destrozaron la mayor parte del césped de las zonas en las que se hicieron los lanzamientos de huevos, harina y vinagre, sin duda atraídos por los restos de comida.

Si, a pesar de todo lo comentado, hay alguno incapaz de darse cuenta de las consecuencias de sus actos, más le valdría clavarse el aguijón en su propia espalda.