TLta frescura de Podemos se ha consumido en la cal viva del primer intento de investidura desde que está en el Congreso de los Diputados. La poción mágica funcionó para cohesionar en un paraguas político a los jóvenes de la izquierda defraudada con Zapatero y expulsada de la Izquierda Unida de Cayo Lara ; a los desvalidos de la crisis; a los anticapitalistas y a los socialdemócratas hartos de la corrupción del PSOE o de su federalismo inoperante. El cóctel se fraguó con un buen dominio de las técnicas de comunicación política en torno al hiperliderazgo de Pablo Iglesias . Se trató de un gran juego de palabras: las coaliciones eran confluencias, las agrupaciones fueron círculos, los congresos asambleas y al comité central lo llamaron Consejo Ciudadano. Mientras todo ello sucedía, los viejos marxistas ortodoxos seguían la vieja máxima del conde de Romanones: "Ustedes hagan las leyes, que yo ya haré los reglamentos". Errejón recorría España buscando confluencias entre socialdemócratas y anticapitalistas periféricos hasta sumar 69 diputados, mientras Iglesias y Monedero se hacían un reglamento a medida. Y el pasado martes el hechizo se deshizo como el azúcar en el café caliente. Resulta que en el partido de la asamblea permanente el secretario general puede fulminar al secretario de organización sin ni siquiera comunicarlo --ya no votarlo-- al resto de la ejecutiva. El sueño se volvió pesadilla. Iglesias interpuso a su jefa de gabinete entre él y esas cámaras de televisión con las que mantenía un idilio permanente. Los besos se transmutaron en puñetazos y Errejón todavía no es suficientemente cínico como para dar la cara ante la magnitud del aldabonazo.

La prensa de la derecha corrupta hace leña del árbol caído mientras los capos del PSOE ven la oportunidad de volver a patrimonializar la izquierda sin pasar por la cárcel. Para la ciudadanía el hundimiento de Podemos es una muy mala noticia. Para algunos se pierde la última oportunidad de redimir el sistema sin destruirlo o la última esperanza de salir del pozo. Para bastantes significa abandonar la política y regresar a la trinchera de los movimientos sociales.