Se aproxima el ecuador de la legislatura y por segundo año consecutivo la Junta se ha vuelto a apoyar en el PP para recetar recortes a los extremeños. En total 200 millones de euros en apenas año y medio. De nada han servido los últimos indicadores de desarrollo humano que advierten unos niveles alarmantes de pobreza y desigualdad en nuestra comunidad.

Tampoco parece haberle importado la falta de ejecución del presupuesto anterior o la imputación por corrupción de su socio de gobierno. Nada se interpone en el camino de Vara y su equipo, empeñados en dilapidar en dieciocho meses las esperanzas depositadas en ellos en mayo de 2015 cuando recibieron el mandato de acabar con las políticas del Partido Popular.

La jugada es especialmente perversa. Exculpado por su gestión anterior, el actual presidente autonómico volvió a recibir el apoyo electoral necesario para ponerse de nuevo al frente de la nave y acabar con un experimento de marketing como el PP de la región, cuyo principal esfuerzo fue aparentar que no forma parte del entramado que la justicia definió como «organización criminal».

Además de su conocida predisposición para el delito, los informes FOESSA despejan cualquier duda acerca del resultado de la aplicación de las políticas del PP en Extremadura: exilio, mayores niveles de pobreza y desigualdad y una tasa de desempleo que ya es la más alta de España (28’30%) con una de cada tres extremeñas perdiendo la paciencia en la cola del Sexpe.

Ante este desolador escenario la pregunta parece recurrente: ¿Qué razón había para desobedecer el ruego de las urnas de aislar y dejar fuera de juego a quienes habían fracasado en su fugaz paso por el gobierno autonómico? Buscando la respuesta encontramos una pista en la reciente biografía del líder del PSOE extremeño, donde reconoce la reacción que le provocó la posibilidad de que Podemos alcanzará responsabilidades de gobierno: «Me acojoné». El susto, que aún colea a juzgar por la expulsión de Podemos de la negociación de las cuentas, debió ser de tal magnitud que la huida emprendida le ha llevado de una sentada a sus orígenes, contribuyendo con ello a ahondar en la crisis identitaria que ha dejado a su partido en manos de una gestora.

La estrategia socialista de arrinconar a Podemos y cerrar filas en torno a las llamadas políticas de ajuste parece mal medida. Codearse con el PP por ver quién es más fiel cumplidor con las políticas antisociales es un error. Ganan ellos. Sin embargo, Vara ha mordido mansamente el anzuelo y el PP no duda en tirar fuerte del hilo.

El chantaje de Fragoso amenazando con tumbar los presupuestos autonómicos en el caso de que el PSOE presentara una moción de censura en la alcaldía de Badajoz es buena prueba de ello.

Si los presupuestos son la traducción a números de un acuerdo de gobierno, este año se confirma la peor noticia posible.

Dos años perdidos y una certeza que no por esperada es menos dolorosa: la sordera del PSOE no tiene cura. La consecuencia es media legislatura de desengaño e indignación en una Extremadura que se halla hoy intervenida y vapuleada por un gobierno sin rumbo que oscila entre las exigencias del PP y la traición a sus propias filas.

*Secretario general de Podemos Extremadura