A Beatriz Maesso, con todo mi cariño.

Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030». Este ha sido el lema elegido por ONU Mujeres para el 8 de marzo de 2017. Es evidente que las nuevas tecnologías no sólo han cambiado la sociedad y la manera de comunicarnos, sino que están totalmente integradas en los procesos laborales y han generado nuevas formas de trabajo. El impacto de la era digital permite horarios flexibles sin temor a incumplir objetivos empresariales y la globalización, desde su parte amable, ha facilitado que lleguemos a golpe de ratón donde antes era impensable.

Pero desgraciadamente, al slogan le faltan fuertes dosis de realidad y fuerza, y no sólo porque la brecha digital de género sea insuperable a 13 años vista. Como muchas otras entidades, esta prestigiosa organización -que actualmente no es más que un espejismo de las costosas estructuras que se crearon para que naciera y consiguiera sus fines-, vuelve a invitarnos a trabajar para el futuro. ¿Pero qué tenemos que hacer en el presente?

Basta repasar el escenario para comprobar lo importante que es actuar, y además hacerlo a tiempo.

La violencia de género es sencillamente escalofriante. Se cuentan por miles las mujeres asesinadas en todo el planeta, aunque rara vez se hable de feminicidio. En España, sin ir más lejos, es frecuente escuchar que una mujer muere a manos de su marido, en lugar de utilizar el lenguaje con propiedad y llamar a las cosas por su nombre: asesinato. Sería impensable tal ambigüedad hablando de otro tipo de víctimas.

En cuanto a nuestros derechos legales, es cierto que se ha avanzado de forma importante. Incluso se dieron pasos hacia presupuestos con sensibilidad de género en muchos países. Pero el papel lo aguanta todo. La crisis con sus tijeras cortó sin complejos inversiones en igualdad donde se habían conseguido y dejó nuevamente abandonadas a aquellas mujeres para las que, sencillamente, poder pasear libremente sigue siendo un sueño.

En lo que respecta a la política, el panorama no es más halagüeño. El nuevo presidente de Estados Unidos, principal potencia mundial, se refiere públicamente a las mujeres como objetos sexuales. Relaciona sin pudor nuestro físico con nuestras posibilidades laborales y piensa que todas somos unas «caza fortunas» obnubiladas por el dinero y el poder. Y no dejemos atrás a la vieja Europa. El eurodiputado polaco que durante una intervención en el parlamento dijo que somos débiles y menos inteligentes que los hombres, será sancionado, a lo sumo, con un mes de empleo y sueldo y una multa nada importante para su bolsillo. Un bolsillo lleno con el dinero de nuestros impuestos, también con los que pagan esas mujeres a las que desprecia. Pero aquí no pasa nada. No cuesta votos. Al menos, no los suficientes.

Este somero resumen debe hacer que salten todas las alarmas, sobre todo cuando nos enfrentamos diariamente a una falsa cultura de la igualdad. Muchas personas creen que no es necesario luchar porque no existen motivos, y esto se ha convertido en un arma peligrosa. Surgen críticas al feminismo nacidas directamente del machismo y de su interés por mantener unos roles de género que claramente le favorecen, se juzga nuestro aspecto de la misma forma que nuestra profesionalidad, y nadie se despeina porque se mantengan privilegios a costa de derechos.

En España la situación sigue siendo dura para todas. Pero las cosas pueden cambiar porque contamos con un excelente caldo de cultivo.

Por una parte, la red nos permite actuar coordinadas y sin necesidad de recurrir a formulismos legales si no lo deseamos. La acción ciudadana también es importantísima y las personas pueden elegir libremente cómo reivindicar sus derechos. Lo esencial es tejer redes y estar conectadas. Imprescindible.

Y por otro lado, tengo el privilegio de conocer a muchas mujeres que de alguna forma están ejerciendo un «liderazgo transformacional», y no sólo en el mundo empresarial. Mujeres que saben posicionarse sin titubear, que no admiten que las guíen y que además cuentan con infinidad de recursos para conseguir lo que se proponen. Guerreras, poderosas y transformadoras, se ponen el mundo por montera cada día y creen que cooperar es mejor que dividir y que escuchar mejora y reafirma siempre las ideas propias. Pero sobre todo, ellas caminan con la convicción de que no van a dar ni un solo paso atrás.

El cóctel es perfecto y es el momento de actuar.