Todas las fuerzas «representativas» de Extremadura; políticos, organizaciones empresariales y sindicales, se están volcando en movilizar a la población para presionar al gobierno central para que se aceleren las inversiones en la mejora de las comunicaciones ferroviarias de la región. Las primeras palabras de la recién nombrada secretaria regional de CCOO han ido en esa dirección, eso si, después de pedir la derogación de la Reforma Laboral, y proponer la industrialización con medios públicos de la Región.

Hace unos días tuvimos la suerte de escuchar en el Foro Senior de Jerez a los dos empresarios mas importantes que tenemos en Extremadura; Atanasio Naranjo y a Ricardo Leal. Ninguno de ellos reivindicó la imperiosa necesidad de la llegada de este ultramoderno ferrocarril, y seguro que serían los mas beneficiados de ello. Por el contrario, ambos nos hablaron de la importancia del esfuerzo personal, de la necesidad de salir de las zonas de confort que tienden a aletargarnos, de asumir riesgos, en una palabra, de dejar de quejarnos y ponernos a trabajar.

En el siglo XIX la mayor parte de las líneas ferroviarias fueron de iniciativa privada. Ante la decisión de Badajoz de comunicarse con Madrid por Ciudad Real, (ahora ha estado a punto de suceder algo parecido), el empresario afincado en Cáceres Segismundo Moret, junto a otros empresarios portugueses construyeron la línea que pasa por Cáceres, llamada «la ruta corta» por que tiene 80 kms menos entre Madrid y Lisboa. Quiero resaltar que salvo el uso que Moret le dio al ferrocarril para sacar los fosfatos de Aldea Moret, y los portugueses y rayanos para sacar el corcho semielaborado para otras regiones, el ferrocarril no sirvió entonces para industrializar Extremadura.

Lo mismo ha pasado con las comunicaciones por carretera. Recuerdo que en el año 1995, una periodista de El País, escribía: «El puerto de Miravete ha dejado de ser hoy mi obstáculo entre Castilla y Extremadura. El príncipe Felipe inaugurará hoy los dos túneles, de algo más de un kilómetro de longitud, que cruzan la sierra de la Parrilla, a poca distancia del parque natural de Monfragüe. Con la entrada en servicio de este tramo se culmina la conversión en autovía del trayecto Madrid-Badajoz-Portugal: 400 kilómetros, algo más de tres horas de conducción, casi la mitad de lo que costaba hace unos años». Pero, ¿para qué desarrollo económico hemos utilizado esa infraestructura? También se dijo entonces, como ahora, que nuestro retraso económico se debía a las malas comunicaciones.

Pocos años después, en mayo de 2015, otro periodista escribía: «El día de ayer será recordado por muchos como una fiesta. Fomento puso ayer en servicio el último tramo de la autovía Ruta de la Plata, que durante la época romana fue conexión fundamental del norte y el sur peninsular por el oeste. Conforme avanzaba la conquista cristiana, este itinerario se consolidó como eje principal de peregrinación hacia Santiago de Compostela desde el sur». ¿Cómo hemos aprovechado los extremeños estas nuevas infraestructuras? Una cosa sí es cierta, ya no sube el ganado por los caminos de trashumancia hacia Castilla, ya lo hacen mas cómodamente en camiones. Pero los cerdos se siguen matando en Salamanca y los corderos en Burgos.

Nuestro problema es mucho mas profundo y no se va a resolver con un tren que comunique Badajoz y Madrid en tres horas. Nuestro problema, como lo apuntaron algunos de los intervinientes en el Foro de Jerez, es un problema cultural y educativo. Cómo sino se puede explicar que, una región con un paro juvenil tan elevado, seamos también los campeones en abandono escolar. Cabría preguntarse, ¿para qué han dedicado patronal y sindicatos esos cuantiosos fondos de formación?

Una de nuestras propuestas para mejorar el empleo juvenil es la de reforzar los módulos de «Programación-Informática» en la FP, porque es un sector que está demandando mano de obra y los titulados salen todos empleados. Otro asistente al Foro con conocimientos sobre el tema nos comentó que muchos de los módulos de esta materia actualmente ofertados no llegan a cubrirse, y que si empiezan 15 alumnos, terminan solo 8. Todo ello es síntoma de que algo muy grave está pasando en esa juventud de la que hablamos constantemente.

Trayendo a colación de nuevo a nuestro insigne Ortega «Si España (Extremadura) quiere resucitar es preciso que se apodere de ella un formidable apetito de todas las perfecciones». No parece que por los datos, salvo honrosas excepciones, haya muchos extremeños dispuestos realizar el esfuerzo necesario para alcanzar esas perfecciones.

Nos tendremos que preguntar las razones de todo ello y atacar el problema en su raíz, no vaya a ser que llegue el tren de altas prestaciones y nos siga trayendo, solo eso, mas «prestaciones de desempleo».