La literatura española sería muy distinta (para peor) sin las llegadas trascendentales de algunos poetas hispanoamericanos que la revolucionaron: el nicaragüense Rubén Darío trajo el Modernismo, los chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, tan distintos, dieron alas a la imaginación y el compromiso en la poesía de los años veinte y treinta. Desde hace una década, el también chileno Edmundo Garrido viene realizando una labor impagable de intermediario y difusor de la poesía, entre España y Chile, tanto desde la colección Transatlántica, en la editorial Amargord, donde ha editado a poetas fundamentales como el argentino Héctor Viel Temperley, el chileno Raúl Zurita o el uruguayo Eduardo Milán, como sobre todo desde su propia editorial, Libros de la Resistencia, cuyo nombre y hermoso diseño homenajea a las Éditions de Minuit, la mítica editorial de la Resistencia francesa.

Garrido, que bajo el seudónimo de Juan Soros es autor de una vanguardista obra poética reunida en el libro Luto (2014) está construyendo un catálogo que quedará como testimonio de que la poesía de inicios del siglo XXI no fue tan ramplona como parece si uno revisa la lista de premios nacionales y de la crítica. Libros de la Resistencia reúne a algunos de los mejores críticos y teóricos de la poesía española (Miguel Casado, Jenaro Talens, José Manuel Cuesta Abad, Jordi Doce, José Luis Gómez Toré o el extremeño Antonio Méndez Rubio), prestando también especial atención a algunos poetas de la devoción personal de Garrido, como Olvido García Valdés o Eduardo Milán, y también ha publicado por primera vez en español a franceses como Bernard Noël o Jean-Paul Michel.

Garrido, que nunca ha recibido un euro de dinero público, sufraga la editorial gracias a su otro trabajo. Ingeniero civil, trabaja en una empresa chilena, y vive en un vaivén laboral que recuerda al de Franz Kafka, que debía interrumpir sus escrituras para velar por la fábrica de amianto de su familia. Los lectores de poesía en España le debemos agradecimiento por enriquecer de este modo la densidad reflexiva de nuestra mejor lírica, cada vez más arrinconada por los versificadores para adolescentes (de García Montero a Elvira Sastre o Marwan, de mal en peor) que se hacen pasar por poetas, y por quienes los jalean.

Frente a ese panorama, Garrido ha construido, sin duda, un lugar de resistencia. Uno de sus últimos libros tiene un mérito especial: Aproximaciones (sobre libros y autores) reúne los artículos y reseñas que José-Miguel Ullán fue publicando en El País y Diario 16. Su lectura nos produce la nostalgia de una época en la cual la crítica de libros podía rayar a ese nivel, permitirse la ironía y la profundidad, tan lejos del mero compadreo (aplauso a los amigos, escriban lo que escriban; silencio a los demás) en que se ha convertido el reseñismo en este país. Ullán no se andaba con paños calientes, y tenía un arte especial para ridiculizar a los mediocres usando sus propias palabras (véase su reseña sobre la antología El grupo poético de los 50), como también para combatir tópicos tan solidificados como el de la generación del 27. Ullán fue siempre menos reconocido de lo que debiera y su poesía, etiquetada como difícil, espera aún sus lectores. En uno de sus últimos poemas declaraba: «Ten paciencia: / no debe de haber nadie / todavía despierto allí del todo».

*Escritor.