El juicio a los dirigentes catalanes en el Tribunal Supremo y los tumultos en la calle de algunos CDR son las dos caras de la misma moneda: el fracaso de la política. La salida del laberinto es imposible fuera de ella. En ese panorama tan oscuro, el comunicado de la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra es un resquicio de luz. Muy tenue, insuficiente, cargado de postureo, pero resquicio, al fin y al cabo. Para desesperación de los hiperventilados y de los inmovilistas, un concepto, seguridad jurídica, consiguió salvar una reunión con escasos resultados efectivos --la rendición de Pedralbes es una fake new--. La clave estuvo en lo que dijo Tony Blair tras los acuerdos de Irlanda: se trata de acordar una misma palabra que cada parte entienda a su manera. El acuerdo de Pedralbes no soluciona nada, pero la metodología podría dar resultados si se aplica persistentemente.

Este pequeño paso cogió a Torra con el paso cambiado porque se encuentra más cómodo en la confrontación que en la distensión. Y arrojó a Sánchez a los pies de los leones del tripartido aznarista: «rendición de Pedralbes», «traición a España», proclamaron los agitadores. La confrontación debe mantenerse a toda costa porque se traduce en réditos electorales. Pero todos saben que la solución está donde la ha llevado Sánchez, aunque una cierta izquierda se derrita cuando la derecha sale en defensa del «Estado». El futuro del resquicio de Pedralbes depende de la suerte de la actual legislatura española. Horas antes de la cita, el Gobierno ganó un buen balón de oxígeno con la aprobación de la ampliación del techo de gasto. Otro resquicio para la política, poder gobernar con más presupuesto bien vale el postureo de simular una cumbre de pie o de sufrir para tapar una poinsetia amarilla, el color que la extrema derecha ha estigmatizado en el último año.

Dicen que los Reyes Magos traerán una nueva estrategia unitaria en el independentismo. Veremos si se basa en la seguridad jurídica y el techo de gasto o en los CDR y la ensoñación eslovena. Curiosamente las señales que envían los presos se inclinan por lo primero mientras que el entorno de Torra y lo que queda de la ANC optan por lo segundo. Todos miran a Waterloo.

La política, hoy, asusta a mucha gente. Porque no ofrece seguridades y porque las que ofreció antaño, de manera entre ingenua e irresponsable, resultaron falsas o inconsistentes. Pero el arte de la política es muy poderoso y deja huella en quienes lo practican. ¿No creen que lo que pasó en Pedralbes tiene que ver con la osadía de Josep Sánchez Llibre, presidente de Fomento del Trabajo, de invitar a los dos presidentes a su cena? Su gesto allanó el camino, encontraron una palabra común que interpretaron de manera distinta. Abrió un resquicio.

Otros de sus empeños también podrían hacerse realidad: que las empresas retornaran a Cataluña amparadas en esa «seguridad jurídica» ahora compartida o que el techo de gasto abra paso a la aprobación mutua de los presupuestos en Barcelona y en Madrid. Quedaría un único escollo: el fin de la prisión preventiva. Todo el mundo lo pide, pero nadie sabe quién y cómo lo puede conceder. Resquicios.

*Periodista.