En la oscuridad. De esa que va pasando de las penumbras a las tinieblas absolutas. Oscuridad es sinónimo de ceguera. El construirse un mundo paralelo que acaba convirtiéndose en la realidad propia. Tal y como ocurría con Grace y su familia en el célebre film de Alejandro Amenábar.

Pero ‘los otros’ a los que nos enfrentamos ahora no tienen nada de paranormales. De hecho, los hemos creado nosotros solitos.

Acudía esta semana a uno de los centros de salud de mi localidad. A pediatría con la niña. Conforme llegamos, con unos 15 minutos de antelación, la consulta iba en hora. Bastaron un par de niños para que nos retrasáramos alrededor de una hora en entrar.

La sala de espera pasó de ser un remanso de paz a un barullo de críos enfermos, llorando y gritando. Los primeros comentarios y quejas no se hacen esperar.

«Es que claro viene más gente, los de fuera, y médicos siguen los mismos». «Que, oye, pobrecitos, pero mira». «No se puede». Una serie de enunciados inocentes en su planteamiento pero que encierran la lógica perversa por la que Vox ha llegado a las instituciones y la ultra-derecha se ha ganado varios gobiernos del mundo: buena parte de la culpa de la situación en la que os veis hoy, trabajadores, es de los migrantes.

A nadie se le ocurre pensar que dar apenas cinco minutos de tiempo a un médico para revisar a un niño es un sinsentido. Y de ahí que se acumulen las consultas. En los recortes y la falta de inversión que la sanidad pública ha venido sufriendo durante esta perenne crisis. Que «los médicos siguen siendo los mismos». Ni uno más. Y de ahí el colapso.

Ni siquiera había necesidad de tanta reflexión. Bastaba con echar una ojeada para percatarse de que a esos que se les nombraba por lo bajini, los que supuestamente saturan las consultas, «los de fuera», «los otros», eran dos pacientes, de la casi treintena que se llegó a acumular.

Y nadie en esa conversación era racista. Nadie tiene nada en contra de los migrantes. Ay, pero ahí están. Y la cosa ya no da para todos. Y primero los de aquí.

La extrema derecha ha logrado que su discurso cale. Porque lo ha sabido dulcificar, enmascarar con un razonamiento patrio. Un discurso que está en la calle. Las consecuencias de este nuevo oscurantismo son impredecibles.