La semana que va concluyendo ha sido de lo más movida, políticamente hablando. Se supo que el gobierno de Sánchez había acordado sentarse a negociar con los independentistas catalanes, y con un relator de por medio, para más inri. Y se armó la marimorena, como no podía ser de otro modo. Porque, después de las prebendas presupuestarias destinadas a Cataluña, y de concederle a Torra poco menos que categoría de jefe de estado, la noticia del inicio de las nuevas conversaciones, con el relator de por medio, ha sido ya la gota que ha colmado la paciencia de una ciudadanía que se confiesa profundamente hastiada, porque el gobierno que debería defender a la nación, la rinde, la postra, y la humilla ante unos dirigentes regionales que atentan permanentemente contra la Constitución.

Y hay que recordar, en este sentido, que la genuflexión del gobierno español, ante los separatistas, no se debe a otra cosa que a la necesidad del apoyo de estos a la hora de aprobar esos Presupuestos Generales del Estado que tanto necesita Sánchez para mantenerse en La Moncloa. Porque a eso se reduce todo: al mero interés del presidente por continuar como inquilino monclovita.

Pero esto no debería sorprendernos. Porque, si bien es cierto que Pedro Sánchez ha ido dando bandazos a lo largo de su accidentada trayectoria, sí se reconoce un elemento común en todo su aleteo por la vida política: que siempre ha apetecido, perseguido y asido, con fuerza, el poder. Por eso no hay que subestimarlo. Porque, haciendo honor al título del libro que, presuntamente, ha dictado, se va a resistir con todas sus fuerzas a abandonar el poder. De hecho, tras la polémica del relator, está intentando teatralizar una falsa ruptura con los separatistas, pero no por convicción, sino porque lo han pillado mientras se plegaba a los designios independentistas. Pero que nadie piense que, por ello, va a rendirse, porque pronto restablecerá el contacto con los secesionistas, y, si no, volverá a situarse delante de una gigantesca bandera española para hacerse perdonar las traiciones. Lo que sea con tal de seguir chutándose el poder en vena.