Con retraso quiero celebrar aquí el día en que se conmemora el motor del mundo desde que este existe. Y, si usted, querido lector, considera que al orbe lo mueve mucho más el ansia de poder o el caos sin sentido, es muy dueño. Y también yo de recordarle que, según el poeta, a las palabras de amor les sienta bien su poquito de exageración.

Tal vez por eso, el día de San Valentín, el obispo bueno que casaba soldados en secreto y que acabó enamorado de la hija de su carcelero, asistimos a la declaración de amor a España de ese autodenominado, como Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno. Oriol, como don Antonio, procedió a hacerse su autorretrato de cacho pan, antes y después de negarse a hablar con la silla vacía del Estado español, que en aquel momento ocupaban magistrados, fiscal y abogado del Estado. A todos ignoró, y a los españoles con ellos, porque su amor a España y su probada bondad le eximen de responder de delito alguno. Renuncia a la ley, pero no al amor.

Y eso es mucho. Mucho es que ese amor a España saliera de su boca nacionalista y no de la de uno de esos falos andantes, que, para la ministra Delgado, son Abascal, Rivera y Casado. Oriol Junqueras - ¿verá la ministra un solo falo, ninguno o varios en la izquierda republicana? - es esa buena persona que, enamorado de España, está siendo juzgado por querer acabar con ella tal como la conocemos desde mucho antes de Alfonso X, y él como historiador lo sabe. Sin duda en él y en ese baile apasionado de sentimientos en que ha convertido su mesiánica misión, cobra verdadero sentido el dicho tan caro a los amantes maltratadores y apegados al malditismo. Quien bien te quiere, te hará llorar. Como Duque afirma, es el presidente maestro en descolocar al más pintado, pero quizá también por un hielo abrasador similar, un Sánchez a la vez rencoroso, encolerizado y vengativo, pareció retirar su afecto a Barreda y a Rodríguez por un quítame allá esas pajas de ataques al relator. Y no piense la ministra que la locución tiene que ver con la masturbación, que es muy capaz, la buena señora.