Precisamente ahora que se cumplen 37 años de la guerra de las Malvinas es buen momento para recordar un hecho protagonizado por el juez Garzón que significó mucho y abrió un camino a procesos posteriores, principalmente para que los criminales no quedaran impunes.

La derrota de Argentina a manos de Inglaterra precipitó el fin de la Junta Militar de la dictadura autodenominada: Proceso de reorganización nacional que gobernaba el país. Posteriormente, en octubre de 1983, se realizaron elecciones y en diciembre de ese año, se instaló un gobierno democrático.

Hay que recordar que una ley de punto final dictada en Argentina eximió al general Galtieri de responsabilidad. Sin embargo, esa ley no impidió que el juez Baltasar Garzón dictase prisión incondicional para el expresidente de Argentina Leopoldo Galtieri por su implicación en el caso de los cerca de 350 españoles desaparecidos durante la dictadura militar argentina.

El magistrado de la audiencia Nacional dictó orden internacional de detención contra el general, a quien imputó un delito de genocidio, otro de terrorismo, cuatro de asesinato y una de detención ilegal.

Galtieri fue presidente del Gobierno argentino desde 1981 a 1982 y durante su mandato condujo a Argentina a la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña, por lo que fue condenado en 1986 a dos años de cárcel. El presidente argentino Carlos Menem lo indultó en 1989, pese a ello Garzón recuerda en su resolución que consta acreditado que el general Leopoldo Fortunato Galtieri no fue juzgado y, ni tan siquiera, se le inició procedimiento por los hechos que se detallaban en el auto.

La acción de Garzón fue poco operativa, pero es indiscutible su valor testimonial contra la impunidad que se les regaló a los militares argentinos. El mero hecho de citar a declarar al general Galtieri y de que librara una orden de detención contra él, provocó intensas reacciones de alegría y agrado. Por eso, considero conveniente recordar aunque solo sea por refrescar la memoria a todo aquel que la tenga frágil que en la madrugada del día 30 de diciembre de 1990 fueron excarcelados los responsables de una de las dictaduras más atroces del siglo pasado, los culpables de gravísimas violaciones de los derechos humanos, de torturas y violaciones, de la desintegración moral de todo un pueblo, del inicio de una guerra absurda y están felices en la calle con la sonrisa de quien ve reconocida su victoria. Porque el indulto concedido por el presidente Menem a los militares argentinos es la confirmación definitiva de la impunidad de los asesinos.

El año 1990 se despidió con una infamia, con la más cruel de las ofensas, a los miles de desaparecidos por esos carniceros de uniforme que todavía van por ahí con la cabeza bien alta e incluso ocupando cargos privilegiados en la Argentina democrática. Los gritos desgarrados de las madres de la plaza de Mayo, los desvelos del fiscal Strasera y las páginas terribles del informe Sábato no sirvieron para nada. Una vez más y hasta la próxima carnicería. Sin embargo, la medida adoptada por el juez Garzón fue importantísima, sobre todo, porque fue capaz de mantener la memoria viva y la intranquilidad a todos esos asesinos que al igual que el general Galtieri aún andan sueltos.