Hay días en que las páginas de los periódicos fabrican un mundo en aparente situación preterminal. Y en una mañana de marzo que parece de mayo creada para que la humanidad sea feliz, nos golpean imágenes desoladoras como la matanza de Nueva Zelanda, la muerte de dos inocentes en un fallo atroz del sistema de protección español o el gélido estrecho de Bering con menos hielo que nunca, destinado a convertirse en un caldo tibio y letal. A su lado, fracasos locales trascendentes en su apariencia menuda, como que la mitad de los extremeños no lee nunca, contribuyen a fosilizar la desesperanza.

Luego vendrán las matizaciones a esa caótica enumeración de titulares tremendos o menos graves entre lo universal y lo local. Parece que la barbarie se mitigue si uno de los países del mundo que ha hecho de la integración su razón de ser se levanta esta mañana en un shock perplejo. Puede que el dolor sea menor si admitimos que es todo mucho más complejo en el caso de los niños muertos que estaban bien alimentados, socializados y vestidos y a los que su madre parecía adorar. El 48% no lee, pero el otro 52% sí lo hace.

En efecto, hay dos tipos de espectadores en este gran teatro del mundo. Podemos anteponer el horror a la esperanza, el desánimo a la reparación y el nihilismo a la redención. O, al contrario, podemos agarrarnos a esas palabras del muchacho que escribió en un redacción lo que quería para este 2019. «Que le den hogar y alimento a los niños pobres. Que no haya tanta guerra y haya más paz y también que no haya racistas ni ladrones, ni tampoco violadores. Que pare la violencia hacia las mujeres. Que empecemos a reciclar. Que no malgastemos el agua de forma innecesaria. Que no talen tantos árboles. Y para el instituto de mi pueblo que lo reformen porque está un poco viejo tras 50 años que tiene».

«La situación es apocalíptica, pero, si ustedes no hacen nada, nosotros lo haremos». Y una combativa joven nos mira amenazante, regañona y resuelta, durante su participación en las marchas contra el cambio climático. Todavía hay esperanza.