En más de 2.000 ciudades de todo el mundo se escenificó el pasado viernes, a nivel global, la protesta de los más jóvenes contra la ineficacia de gobiernos e instituciones para frenar el cambio climático descontrolado. La reivindicación de medidas más eficientes para que al menos puedan llevarse a cabo, de manera efectiva, los acuerdos de París (2015), tuvo un acelerador decisivo en agosto del 2018, cuando la estudiante sueca Greta Thunberg, de 16 años, decidió emprender una huelga cada viernes ante el Parlamento de su país para «despertar y cambiar» a una humanidad que asiste, más o menos impávida, más o menos reticente -como se percibió en la reciente cumbre del clima de Katowice- a un desastre ecológico de consecuencias imprevisibles. «No teníamos alternativa», ha declarado Thunberg, que se ha convertido en la líder mediática y constante de un movimiento -Fridays for Future, Youth for Climate- que es consciente de que ya casi no queda tiempo para evitar la catástrofe del calentamiento global, la superación de los dos grados de la temperatura del planeta a finales del siglo XXI.

El tiempo dirá si esta marea verde es un episodio pasajero. Pero tiene algo que la diferencia de las anteriores mareas ecologistas. Es distinta, sobre todo, porque está protagonizada por jóvenes (las mujeres son mayoría) a los que les gustaría tener el futuro en sus manos. «Es normal que casi no haya adultos, porque ellos ya piensan más en el pasado que en el mañana», asegura Greta, que suele regalar un titular con cada frase. Greta respondió el viernes, en la protesta de Estocolmo, por turnos a televisiones de todo el mundo. La mayoría coinciden en preguntarle cuál será el siguiente paso después de haber levantado a medio planeta. Ella repite siempre lo mismo: «Voy a seguir viniendo todos los viernes hasta que mi país cumpla con el acuerdo de París». En resumidas cuentas, que se evite que la temperatura suba una media de dos grados para evitar que la Tierra empiece a tomar decisiones sin tener en cuenta a la especie humana

La pertinaz reivindicación de Thunberg, participante en los foros sociales y económicos más destacados, aun con el enorme apoyo cosechado, corre el riesgo de ser recibida con corrección política, pero sin hechos concretos. La protesta de los estudiantes es un grito desesperado de las nuevas generaciones que nos atañe a todos y que no admite demoras.