SEMANA SANTA

¡Al cielo con el Cristo del Humilladero!

Alba Morillo Moruno // Azuaga (Badajoz)

Las agujas del reloj de tu plaza marcan las doce de la noche. Tu pueblo, de repente enmudece. Solo puedo escuchar el esfuerzo de esos valientes costaleros y del capataz que en esta cerrada madrugada te guía. Alzo la mirada y encuentro la luz de esa candeleria que hoy te ilumina, a tus pies clavados sobre ese madero, a esa sangre que recorre tus rodillas y de la cual cada uno llevamos un pedacito en nuestras venas.

¡Izquierda adelante, derecha atrás! Y por fin veo tu cara. Con tu rostro soñamos todos los azuagueños. ¿Y tus ojos? Benditos esos ojos que en tantas ocasiones hemos buscado. De ellos nace la serenidad. El silencio es interrumpido a modo de vítores. Al ritmo del temblor de nuestros corazones se mece tu cuerpo sobre esos claveles. Rojos claveles que florecen alrededor de tu cruz que esta noche cargamos todos y que está tallada de nuestras plegarias y pecados.

Y ahora, sí. La levantá más esperada del año. La respiración entrecortada da comienzo al viacrucis. El pueblo te abre paso y escolta entre velas que comienzan a brillar. Parece que hasta los balcones se arrodillan ante ti.

Te adentras entre esas calles que tanto esperaban tu regreso. ¡Venga al cielo con él! Y hablando de cielo, ya sabes lo que me gusta observarlo pero es que hoy... Hoy has conseguido bajar todas las estrellas.

De nuevo, entras en tu casa. En tu iglesia. Y como no, por la puerta grande. Esbozas una leve sonrisa al volver a comprobar ese amor que ha abarrotado tu plaza. Soy testigo de esa emoción que alberga sobre tu pueblo, sobre los de fuera, sobre los que hoy te acompañan y sobre los que ya no están. Esta noche nos acerca.

LOS ‘PAPARAZZI’

Demasiada gentuza

A. Brea Romero // Madrid

La infanta Elena, al ver a los periodistas que le esperaban en la estación de trenes de Sevilla, exclamó indignada: «¡Gentuza! ¡Qué coñazo!» Mientras que su hija, Victoria Federica se tapaba la cara. Es un ejemplo de libro de lo que las personas cultas conocen como una proyección freudiana del propio ser, que no se quiere reconocer como tal ni mejorar. Ya la actual reina lo reconoció cuando en su día saludó a otra mujer famosa por ser centro de gran cotilleo como «la princesa del pueblo». La culpa de que existan periodistas paparazzi la tienen quienes viven de su exhibicionismo.

Los periodistas, presionados por un público superficial, no hacen sino reflejar esa lastimosa situación, que hace que los programas y periódicos de deportes y moda tengan muchos más seguidores que los de economía, salud, política o cultura. Cada país tiene la gentuza y los medios de difusión que se merece.