Lo de la conciliación familiar, esto es, que el horario de trabajo no devengue intereses de tu vida familiar, sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país, para los autónomos y empleos que no son funcionarios y para las mujeres, según reiterados estudios. Las razones todas fácilmente entendibles, son el escenario de trabajadores con dificultades para asentar vida familiar y vida profesional. Recientemente escuché la entrevista de una jugadora de balonmano diciendo que no podía compatibilizar su vida deportiva con su vida personal. Tiene que ser duro, en plena etapa productiva, que tengas que tomar decisiones que vinculen tanto tu futuro.

Mucho se habla en España de horarios que hay que adecuar a esa vida personal, a esa vida familiar que tiene que ver con el núcleo de la familia. Pero poco o muy poco seguimos haciendo, si tenemos en cuenta escasas medidas de apoyo a la familia, a la maternidad, y que la misma no se convierta en un hándicap de reloj a tiempo parcial de la inmensa mayoría de las mujeres. Porque siguen siendo en un porcentaje excesivo el peso de la mujer en el hogar. Y esto sigue detrayendo su carrera profesional. Y en muchos casos representa una verdadera pesadumbre.

En eso España no está entre los países modernos, avanzados en esto de la conciliación, ni siquiera se toman medidas precisas para ello. Ni la nueva medida del registro, para limitar el exceso de horas extraordinarias viene a solventar este tema. Y es que el trabajo parece como una primera familia, que crea tal dependencia, que hace invisible casi al ser humano poder compatibilizarlo con su condición de ser social. En ocasiones parece que estemos en la famosa escena de Tiempos Modernos, en la que Charlot nos describe la locura de una cadena de montaje que se hace tan imprescindible la presencia humana, como prescindible su criterio para actuar.

Y conviene, también, recordar que no son las mismas condiciones cuando se es trabajar asalariado, autónomo o funcionario. La película cambia radicalmente como si se fuera de hemisferios diferentes. Y al contrario, se puede dar condiciones laborales tan radicalmente diferentes, e injustas entre parejas, familias o vecinos.

Y esto ya es de traca, es como una segunda visión de una vida laboral. Algo así como segregar por sectores los que tendrán más derechos a ejercer esa conciliación, respecto al que no la tienen. Y esto sí que puede resultar paradigmático, teniendo en cuenta que pudiera resultar ilegal. Creando esta situación una cadena de divergentes entre los que tienen el privilegio de ser funcionario y el que no. El que está a sueldo de una administración pública y el que no.

Lo de la conciliación sigue siendo ese viejo sueño de la cadena en la vieja película de Charlot, y este país nuestro sigue siendo el escenarios de esos sueños no cumplidos en relación al hecho de conciliar y poder ser un trabajador o una trabajadora, con capacidad para tomar decisiones personales, sin que ello vaya en detrimento de su labor profesional. Resulta penoso que en tantos debates políticos, agitados por las elecciones, no se aproveche para hablar estos temas, y profundizar en sus soluciones. Será la propia sociedad la que un día de estos deberá agitar el debate, más allá del hecho catalán que ya empieza a ser crónico y patológico.