El autónomo es una figura clave en el mundo empresarial y profesional. En nuestro país representa la forma más frecuente de emprendimiento. Normalmente se asocia con la idea del autoempleo, al ser en la mayoría de los casos el propio autónomo el único trabajador de la empresa. De ahí su gran importancia como nichos de empleo. En época de crisis suponen una solución para muchos jóvenes que, al no poder acceder al mercado de trabajo, se arriesgan a desempeñar actividades económicas por cuenta propia. También estadísticamente se comprueba que los mayores de 55 años que caen en la ciénaga del desempleo se procuran trabajo como autónomos.

En los últimos tiempos los productores por cuenta propia han contribuido de forma decisiva a sacar de la crisis a nuestro país. Hasta el año 2018 fue incrementándose el número de autónomos, pero el primer trimestre de 2019 ha concluido con una ligera disminución, dato que debe poner en alerta a los responsables de la economía nacional.

Sin embargo, los partidos políticos, quizá más preocupados por repartirse cuotas de poder, parecen hacer oídos sordos a sus demandas. Y, en efecto, en sus programas no abundan las referencias a los menguantes ingresos de los autónomos, a las dificultades para conciliar su vida laboral y familiar, a sus cotizaciones inasumibles, ni, por supuesto, al problema de los falsos autónomos.

Bajo la denominación de autónomos se engloban una serie de profesiones que tienen muy poco que ver entre sí, pero que se incluyen legalmente bajo el mismo régimen de afiliación a la seguridad social. Por razones históricas y políticas, los agricultores y trabajadores del mar por cuenta propia tienen un régimen de seguridad social propio, aunque ello no afecta a su condición de autónomos. En los últimos tiempos, con la finalidad de proporcionar nuevas oportunidades a los que se aventuran a iniciar actividades económicas, se han creado nuevas categorías, como el emprendedor de responsabilidad limitada o el autónomo económicamente dependiente.

El emprendedor de responsabilidad limitada tiene la ventaja de que, al acogerse a esta modalidad, puede salvar su vivienda habitual, en caso de que las resultas del negocio o profesión le sean adversas. Pero, pese a las bondades aparentes de esta forma de emprendimiento, no ha tenido mucho éxito en la práctica, quizá por desconocimiento.

El autónomo económicamente dependiente es el que presta sus servicios casi en exclusiva para otro empresario. Bajo esta figura se solapan los falsos autónomos. Aunque la ley, a la hora de definirlo, pretende eliminar las zonas grises fronterizas con la figura del autónomo tradicional, resulta difícil en la práctica prevenir la posible utilización indebida de esta figura.

Los abusos están dejando muchos titulares de prensa. Los escándalos de los “riders” o repartidores de comidas rápidas son los más sonados en los últimos tiempos. La norma jurídica no acaba de solucionar el problema. La prueba es que cada día recaen sentencias aparentemente contradictorias, lo que al final crea confusión, sin que exista una jurisprudencia que unifique doctrina debido a la disparidad de situaciones que pueden darse en la práctica. No cabe duda de que someter a una persona a un horario y calendario fijos, bajo la dependencia de un empresario, nos puede llevar a pensar que no se trata de un autónomo económicamente dependiente. Pero puede haber situaciones en las que sí encaje esta categoría.

Por eso, ni todos tirios ni todos troyanos. La figura del autónomo económicamente dependiente puede resolver el problema laboral a muchas personas que no deseen prestar sus servicios en determinadas condiciones. En ese caso, esta figura puede resultar positiva. Pero habrá que vigilar y sancionar lo que suponga su utilización abusiva o fraudulenta.

* Catedrático de Derecho Mercantil