Ya hay gobierno extremeño y como señalaba una de las hipótesis más probable, sin grandes cambios. O la mayoría absoluta, o la experiencia, o que la orquesta socialista toca muy afinada en conjunto por lo que sea, Fernández Vara y los suyos lo están haciendo fácil. Desde la lógica de mantener a una presidenta de la Asamblea que ha manejado una legislatura complicada sin mayoría absoluta, y con sorpresas en la formación de bloques de la misma Mesa, a la continuidad de absolutamente todos los miembros del Consejo de Gobierno anterior.

Es la madurez, es la tranquilidad, es lo de no tocar piezas que se han ajustado, en vísperas de los grandes cataclismos internos que siempre suponen los cambios de liderazgo como el que después de una década tendrá que afrontar el PSOE regional en su congreso planteado para dentro de dos años, 2021.

Surgió como una chispa, esas inspiraciones momentáneas, clarividencias a lo mejor disparatadas pero que se encendía en ese momento durante la rueda de prensa del lunes siguiente a las elecciones autonómicas en las que Vara, Lemus, Morales…, daban cuentas de los resultados magníficos. «¿Y la presidenta de la Asamblea, podría seguir en el cargo?», se le preguntó. «Suele pasar, suele pasar», respondía.

El debate de investidura no ha supuesto mayores problemas. Monago estuvo en un buen nivel, es un excelente parlamentario, pero dos derrotas seguidas pesan, y sobre todo la certidumbre muy probable de que haya sido la última oportunidad, y lo que toca ahora es, como Vara, gobernar el relevo si es que hay alguien dispuesto, y con fuerza, para tomarlo. El expresidente popular de la Junta lleva casi 11 años liderando el partido y quizá dé un primer ejemplo de autoridad y calma no poniéndose como senador de designación autonómica.

Una vez, en esos debates de investidura, al final del mismo y cerrando ya todos los turnos, Juan Carlos Rodríguez Ibarra dio el sorpresón. Algo así como «y para terminar, y en este momento, confirmo a todo mi gobierno». Los tiempos han cambiado, los estilos también, uno y otro no son lo mismo, pero Fernández Vara ha hecho realmente lo mismo.

UN VERGELEs que gestiona la parcela más difícil y torea con nivel el toro de la sanidad, y a quien solo el contrato del transporte sanitario -¿de verdad era para darle todo el paquete, sin lotes a la misma empresa?- crea problemas serios de imagen, superiores a los que con parecidos problemas tuvo el grupo de empresas anteriormente concesionario. Pero éstos eran extremeños, los nuevos, sevillanos, y es diferente, amigo, porque siempre duele entregar tal facturación pública a quien no deja todo aquí.

Vergeles ha sido premiado con una vicepresidencia por su lealtad, su proximidad, por su gestión, por su saber político. Y se coloca en un lugar que hace pensar. Máxime cuando los problemas, o interpretables como errores por la opinión pública, están a la orden del día y en cualquier momento arrancan alas a los halcones del relevo.

También ha sido recompensada como consejera Isabel Gil Rosiña, así como la vicepresidenta Pilar Blanco-Morales sigue al timón de los dineros -el déficit público se ha reducido- y de los funcionarios, que deciden elecciones. Begoña García podrá ejercer mejor su especialización en desarrollo rural, sin complicaciones competenciales extrañas e incómodas, y la discreción de Olga García, así como el poder comunicador y carga ideológica de Esther García, les dejan con importantes responsabilidades.

La estabilidad razonable siempre es positiva. Las perspectivas no son malas con un Pedro Sánchez de una manera u otra en la Moncloa, o con un ministro de Fomento que habla con anuncios de licitación y adjudicaciones en el Boletín Oficial del Estado, que es, como advertía preventivamente el presidente de la asociación extremeña de amigos del Ferrocarril, Ángel Caballero, lo único que cuenta. La prueba ha sido el despliegue de apoyos en la toma de posesión de Vara, cuyos cualificados asistentes realzaron conscientes de que era la última. Y no tengo duda de que si Sánchez no hubiera estado en Japón, en reunión del G-20, habría asistido.

La última porque aunque se reforme la normativa extremeña de cargos públicos, en orden a dejar la limitación de mandatos a ocho años, pero eliminar la privación de derechos políticos personales a perpetuo, el cartel electoral del Partido Socialista no volverá a llevar esa cara.