Con 176 votos se aprobaron los presupuestos del 2017, sin oposición, pese a la corrupción en el partido proponente y pese a ser entonces solo la minoría mayoritaria. También se aprobarán los del 2018, prorrogados en el 2019, y me temo que en el 2020, que consagran la contención de gasto exigida constitucionalmente y la estabilidad económica que esperan nuestros socios europeos, manteniendo, eso sí, una tasa de paro siempre por encima de los dos dígitos, del 15 al 18%, pero que resulta funcional y hasta conveniente para una economía dependiente y de servicios, con uso intensivo de mano de obra, como es la española.

Todo previsible e imparable, como mal menor, puesto que nos permite mantener un esfuerzo bélico nunca antes soportado (18 misiones militares, en África y Oriente Medio, sine die); además llegaremos al 2% del gasto público en defensa, según la exigencia de Trump, para no ser perdedores y garantizar la capacidad competitiva de nuestra economía en los mercados, todo ello irrenunciable dados los riesgos geoestratégicos a prevenir desde la OTAN. No hay prisa, podemos esperar a septiembre para tener el gobierno elegido en abril.