Hace ya algunos meses que el debate víctima / superviviente se ha instalado en todos los debates sobre violencias. Parte de la sociedad no aceptará nunca que seas víctima si, a sus ojos, ya te has recuperado. Para que los demás consideren que te has recuperado solo necesitas salir a la calle y sonreír. Por eso los abogados de una de las tantas manadas que recorren nuestras calles contrataron a unos detectives. La sociedad va a buscar siempre, siempre, una excusa para no valorar tu dolor, sobre todo el que no puede verse. Antiguamente, el duelo debía explicitarse con la ropa negra, y teníamos que ir marcadas a todas partes, para que todo el mundo supiera que éramos viudas, o huérfanas, y que sufríamos y sufríamos.

Ahora no pueden etiquetarnos. Porque pasamos de víctima a superviviente cuando podemos, sin hacer ruido y sin pedir permiso. Y no nos marcan de por vida, y somos capaces de pasarlo bien y al mismo tiempo estar profundamente dolidas. Es algo que no podrán entender los que quieren decidir por nosotras cómo de grave es nuestro dolor, los que quieren interpretar las señales de nuestro miedo como consentimiento; no podrán entenderlo los que creen que son dueños del espacio público y que están legitimados para hacer lo que quieren con nosotras. Cómo lo van a entender, si siguen cuestionando la ropa que llevábamos o cuánto nos lo merecíamos.

Ahora, una campaña en Andalucía nos muestra una mujer sonriente y nos dicen que ha sufrido maltrato, pero que de la violencia se sale. El espacio de tiempo que hay entre el maltrato y la sonrisa no nos lo muestran, no nos lo cuentan. La mujer de la fotografía no tiene voz, no hay testimonio. Nos dicen que ya podemos sonreír, nos autorizan para convertirnos en supervivientes, y nos dicen cómo se nos puede ver después de un maltrato. Venga, no te quejes tanto, si esta mujer de la foto puede sonreír, tú también puedes. Pero no nos quitamos el luto para que ahora nos marquéis, otra vez, cómo superar el dolor. Y cuándo.

* Escritora