El barco Open Arms ha sido noticia trágica durante todos los días de este mes de agosto por haber abierto sus brazos a seres humanos que habían decidido lanzarse a la aventura, para vivir una oportunidad mejor fuera de los países que habitan, que nos les ofrecían una vida digna para poder vivirla en libertad.

No debe de ser fácil tener que decidirse a abandonar el país y la tierra donde se nace, sabiendo que se puede perder la vida por la que tanto se lucha en el intento. Como casi siempre suele ocurrir cuando alguien está en extrema necesidad, siempre hay otro «alguien» que intenta sacar tajada, beneficio y cualquier tipo de provecho, y por eso abundan las mafias que, con engaños encubiertos, hacen que se lancen al mar los que, ya, casi nada tienen que perder. Desde luego, los que no tienen nada de culpa en esta cadena mafiosa son los propios inmigrantes.

Cierto es que los países «desarrollados», que pueden ofrecer a sus ciudadanos una vida digna, deberían también organizarse para entre todos, poder intentar dar una solución al grave problema de una inmigración descontrolada y con posibles atisbos de intentos de beneficios de segundos y terceros que, en definitiva, tantas vidas humanas se llevan por delante.

Por eso, los brazos abiertos nos los pueden tener solamente las oenegés que surcan los mares rescatando las vidas de los náufragos. Los brazos abiertos los deben tener también los países de esa gran Europa en la que los políticos que los dirigen son capaces de mantener en un barco la vida de 147 personas hasta que el propio barco pide auxilio declarándose en extrema necesidad y, hasta llegar al punto en que los que fueron una vez rescatados, tengan que lanzarse de nuevo al mar porque nadie, desde el primer mundo entero que les observa, pueda dar una solución final a su trágica, terrible y ya insoportable situación.

Cuando Matteo Salvini, ministro del Interior de Italia, se jacta de mantener 14 meses continuos de bloqueo a más de tres mil inmigrantes, afortunadamente ahora se topa con la fiscalía italiana que ordena la evacuación inmediata de todos los inmigrantes que todavía se mantienen a bordo del Open Arms. Por fin, pudieron pisar tierra los 83 inmigrantes que quedaban de los 147 que, en un principio, se mantuvieron en el barco después de ser dada la orden de desembarcar a los niños y enfermos.

Salvini alojado en un gobierno de cinco estrellas, nunca pensó en ellos ni en su sufrimiento sino que alardeaba y se jactaba de su propia resistencia a negarse a prestar ayuda a los que urgentemente la necesitaban, aludiendo intenciones mafiosas organizadas que dirigen este movimiento de migrantes por Europa. Ha tenido que ser el poder judicial el que ponga fin a la terrible indecisión de unos políticos que dicen que saben gobernar países pero que les cuesta llegar a acuerdos, salvo fijarse para ellos unos buenos sueldos y pagas extras en verano «trabajando» en comisiones inexistentes, con temas vacíos en sus carteras.

* Exdirector del IES Ágora de Cáceres