Además de con el tradicional y siempre inevitable «el chocolatero», las verbenas de las fiestas de los pueblos solían terminar con la canción del Dúo Dinámico titulada El final del verano. Era una canción nostálgica que avisaba a los amores de verano que su tiempo estaba a punto de acabar, a pesar de lo intensos, sinceros, profundos y casi eternos que se habían prometido. Era el final del amor.

También era el final de las fiestas, el final de las reuniones con los amigos del verano. Era, sin duda, el final de los vinos y cañas con sabrosas tapas en los bares de la plaza del pueblo. Era la triste agonía anunciada de la buena vida. Era, en definitiva, el final de las vacaciones, acompañadas del cabreo normal de saber que algo bueno se acaba. Entonces no existía eso del «síndrome postvacacional». Te cabreabas un poco y… ¡hala, a trabajar!, ¡sin tonterías! Luego, el segundo día el cabreo era menor, y así sucesivamente…

Y el final de todas estas cosas coincidía también con el final del verano. La canción del famoso dúo era un aviso real de que era el final del verano que, de verdad, se acababa. De hecho, la última semana del mes de agosto exigía urgentemente una rebeca o chaqueta por encima de los hombros antes de salir por las noches. El otoño, que antes tenía su personalidad, enseñaba su rostro, cálidamente velado por una fina lluvia, que hacía cambiar milagrosamente del amarillo al verde a las vastas llanuras de nuestras dehesas.

Sin embargo, ahora, a finales de agosto, se acaba todo excepto el verano. Los termómetros siguen marcando temperaturas no aptas para cardíacos. Las piscinas que comienzan a cerrar sus puertas, siguen siendo tan necesarias como en julio, y los infantes y adolescentes sudan la gota gorda entre las cuatro paredes de las aulas de los colegios, poco preparadas para aguantar tan altas temperaturas.

Aunque hay alguien que dice que siempre hubo y existió el veranillo de San Miguel, defendiendo los calores del otoño, hay que reconocer que lo de ahora más que veranillo es un «veranazo».

Y si de esto somos culpables por no cuidar nuestro medio ambiente, por atorar el pulmón de nuestra madre naturaleza con costumbres que nos cuesta cambiar, llenando el aire de gases de los coches y fábricas, y por no ser lo suficientemente conscientes de que todos debemos aportar nuestro grano de arena en este asunto tan importante, el problema del cambio climático irá cada vez a peor, y, si no espabilamos, acabaremos escuchando la canción del Dúo Dinámico, con suerte, al término de las vacaciones de Navidad.

* Exdirector del IES Ágora de Cáceres