Me escribe entusiasmado un ex-alumno para invitarme a compartir el «proyecto juvenil» en el que anda metido. Abro el enlace y aparece la web de un evento que, a poco que mires, está entre una demostración de productos, una sesión de coaching para ejecutivos de medio pelo y el show de unos tube-predicadores con ganas de forrarse.
Nada nuevo bajo el sol -piensas, después de admitir la parte de responsabilidad que te toca como profe-, salvo, quizás, la estética y el medio. Cuando yo era pequeño los charlatanes -corbata, pelo cortado a navaja, enormes maletines- mendigaban de puerta en puerta y los más humildes -con sus lociones milagrosas y sus prodigiosos mondapatatas- sobre un cajón en el mercado; podías observar como trabajaba el «gancho», escuchar el emotivo testimonio del neoconverso, o pasmarte con la candidez del pardillo que acababa picando; el espectáculo era gratis y educativo. Los pícaros de ahora -con pinta de emprendedores de gimnasio- son más agresivos: se te cuelan por las redes, te cobran por adelantado y te abducen en cuerpo y alma.
La ‘Experiencia 10x10’ (así se llama el «proyecto juvenil» que han vendido a mi ex-alumno) cuesta entre 35 y 147 euros, que es la entrada VIP. Esta última te da derecho a gozar en primera fila del verbo del vendedor-líder-maestro (un veinteañero ignorante y pretencioso de sonrisa ensayada) y a una cena healthy (sic) con él y su equipo. A tenor del vídeo-testimonio de sus discípulos basta con una palabrita suya para cambiarte la vida. Pero nadie lo diría escuchándolo repetir banalidades mientras da palmadas, chasquea los dedos y mira fijamente a la cámara con cara de chamán vendedor de aspiradoras. Como él pululan legiones en internet
Todos ofrecen lo mismo: una técnica de su invención para triunfar indistintamente (porque son ya cosas indistintas) en la vida y los negocios Para ello -y pese a que se insiste en que «todo depende de ti»- debes seguir como un borrego los misteriosos diez, siete o doce pasos que (previo pago) se te indican. Todos soberanas pamplinas extraídas de los libros de auto-ayuda, con la particularidad de que, junto a las tradicionales («conozca sus fuentes de energía», «tenga mentalidad ganadora», «domine las leyes de la comunicación interpersonal»...) aparecen otras nuevas relacionadas, por ejemplo, con la neo-subcultura del fitness («practica la superalimentación», «moldea tu cuerpo», «supera tu marca personal»…).
Todos coinciden también en su forma de presentarse. Donde antes había charlatanes, pícaros o gurús, ahora hay speakers, influencers, coaches, personal psycho trainers, «productores de experiencia» (sic), «estrategas digitales» y, sobre todo, mucho «emprendedor» (así, en general). Todos utilizan palabras ambiguas y esotéricas -potencial, poder, energía...-, y todos pretenden disponer de algún aval científico (la física cuántica, las ciencias del cerebro, la psicología). Algunos insisten en que su método sirve también para ahorrar dinero e invertirlo adecuadamente (a través de aplicaciones proporcionadas por ellos mismos). Y todos, sin excepción, advierten que -como el traje del emperador- su ‘luz’ solo es visible para una pequeña élite (los que pagan), y del todo invisible para derrotistas y mediocres (como el que esto escribe, por supuesto).
¿Pero saben qué es lo peor de todo este batiburrillo de marketing barato, patapsicología para yuppies y subcultura de youtubers puestos de fitness? Que dándole un barniz de innovación y tecnología se nos está colando en la escuela. Así, a la ya intrusión del mindfullness, el coaching, la inteligencia emocional, la neuroeducación y otras zarandajas (y negocios) de lo que ya se conoce como el «giro terapéutico» en tendencias educativas, ahora se suman congresos repletos de speakers, influencers, y emprendedores que viven de contar los emprendedores que son. Todos invitándonos a dar un paso y perder el miedo... a comprar su producto para generaciones enteras de futuros clientes. Y ahora ya no te da la risa que te daba el vendedor de lociones engañando a la gente en el mercado. Porque ahora el mercado lo es todo, hasta la escuela... Y no hay por donde escapar.
* Profesor de filosofía