Este sábado el líder nacional de Ciudadanos se abría ligeramente a la posibilidad de alcanzar un pacto postelectoral con el PSOE de Pedro Sánchez, eso sí, con unas líneas rojas que parecen eternamente centradas, para el ex abogado de un banco catalán, en esa comunidad del noreste que parece ser el único programa e ideario político de quien fuera de liberal, se pasó a la derecha casi extremista, y ahora de nuevo como veleta, quiere viajar al centro.

Se podría plantear qué han aportado a la gobernabilidad, a la toma de decisiones en pro del bien común de los españoles, partidos que han venido surgiendo y casi desapareciendo (UPyD) en los últimos años, pero el análisis de diván en ningún caso tiene más interés que el que se centre sobre esa formación, surgida de la plataforma Ciutadans de Catalunya, con unos bandazos descomunales, que amenaza con llegar a caricatura, pero que se salva en territorios si se mira a personas en concreto, como es el digno caso de Extremadura; personas más centradas, que han aportado algo y ahora podrán hacerlo más al contar con mayor representación, y que han permitido por ejemplo la alcaldía del socialista Luis Salaya, aunque por el contrario está el caso lamentable de Badajoz ciudad.

Aguantan como pueden, tendiendo algunos puentes según las varias intervenciones que les he escuchado en el Parlamento regional, las derivas más bien inaceptables de forma táctica e ideológica que acaban desconcertando a sus votantes a escala nacional, todo promovido desde un pequeño y alocado grupo de dirigentes de Madrid-Barcelona a los que han ido abandonando por el camino seguramente las personas más valiosas de su pensamiento político, y el ejemplo es Manuel Valls, sus relaciones rotas con Rivera.

La caída probable de votos de los naranjas ya aparece en todos los sondeos pero aún conserva un suelo de diputados estatales que le podría ayudar para buscar una solución de gobernabilidad en la que, diga lo que diga Rivera, está para imponer pocas condiciones, o si acaso alguna para salvar el tipo.

Sondeos que dan a Más País de Íñigo Errejón -porqué no fue, debería haber sido, Más España y así quitarse la izquierda ese complejo- algo más de una decena de escaños, y que indicarían que más que en los terrenos de Unidas Podemos, estaría pescando sufragios en ámbitos del Partido Socialista, esos electores que quieren una formación con más miras a la izquierda, y no desean ni oler, recordemos aquel ‘Con Rivera, no’, unas cesiones políticas por las derecha; pero serían unas cesiones programáticas que si en algún día fueron probables, cada vez quedan más lejanas por la debilidad bien ganada a pulso de Cs.

Casado y Vox son así los grandes estables de la situación, los primeros al alza poco a poco ocupando parcelas a su izquierda que abandonaron, y los segundos asentados ya en un umbral-techo que está para quedarse, aunque también de forma caricaturesca porque ciertas bravatas y disparates se quedan en el ámbito de lo verbal, para mantener el ‘chiringuito’, puesto que sus socios de gobierno ni por asomo las van a poner en práctica.

A Unidas Podemos le toca resistir el chaparrón, lo están haciendo bien en Extremadura con el nuevo aire que Irene de Miguel desde el liderazgo le da, y con ese aire propositivo por el lado de lo verde, de una agricultura que defienda las rentas de los productores -lo de la ternera polaca en el restaurante de la feria de Zafra es bochornoso-, y de un reequilibrio territorial de España absolutamente necesario; en mi opinión se gana más proponiendo, que oponiendo a las propuestas de los demás.

Va a ser una precampaña y campaña de estertores, agónica, de agotamiento de ideas, y de una cierta frustración ciudadana que se va a reflejar en los políticos. Con una idea subyacente en todos, nunca mais, como el chapapote, llegar a esta situación.

* Periodista