Decir que vivimos en una sociedad cada vez más mediatizada, en todos los sentidos, es una obviedad. Y me refiero a que, con su insistencia en bombardearnos con determinados mensajes y noticias, los medios de comunicación consiguen que los ciudadanos hasta llegamos a conmovernos ante determinados acontecimientos. Y eso es bueno. Lo malo es que, en la mayoría de ocasiones, nuestros sentimientos ante esos acontecimientos, y su pervivencia como asunto central de la actualidad, solo suelen durar hasta que el foco informativo se posa sobre otro asunto; muy poco en mi opinión. Un par de ejemplos para ilustrar lo que digo: La inmigración irregular y la devastación de la Amazonía.

Respecto a la inmigración, todos tenemos en la retina las fotos e imágenes que los medios nos ofrecieron, con profusión casi pornográfica, de aquel cuerpecito que apareció ahogado en Turquía. Después de tres años ¿cuántos recuerdan el nombre de aquella criatura?, ¿sabemos ya qué fue de su familia?. Más aún: desde entonces, ¿cuántos niños más han muerto en similares circunstancias? Si digo que muchos no me equivoco, pero poco o nada hemos sabido del triste e injusto final de todos ellos, que ni siquiera han tenido la «¿suerte?» de salir retratados en los medios. Y, por cierto, la personita cuyo cuerpo nos enseñaron hace tres años se llamaba Aylan y huía del horror de Siria con su familia.

En cuanto a la Amazonía, todos los medios sin excepción nos bombardearon con las imágenes de los pavorosos incendios que están asolando lo que llaman el pulmón del planeta. Al observar tamaña barbaridad, seguro que la mayoría de nosotros nos conmovimos sinceramente. Sin embargo, al cabo de los días hemos dejado de pensar en ello, aunque el fuego y la destrucción siguen haciendo su trabajo. Porque tamaña barbaridad no es fruto de la casualidad, sino provocada por la mano del hombre, sirviendo a intereses bastardos que se nos escapan.

Y no es solo que, al cabo de unos días de conmoción, los medios, y los ciudadanos, nos hayamos olvidado de estos dos asuntos capitales, sino que muchos dirigentes políticos utilizan los dramas de la inmigración irregular para sus intereses. En el caso de la Amazonía, justifican los incendios, que algunos consideran una oportunidad de mercado; o niegan la importancia que, para la humanidad, tiene ese enclave. O simplemente no les interesa. Estoy pensando en Trump o Bolsonaro e, incluso, en el alcalde de Madrid, para el que es más importante dar dinero para la reconstrucción de la basílica de Notre Dame que para la Amazonía. Y lo justifica por la cercanía y las creencias.

Con ser muy preocupante lo que señalo, más aún me lo parece que en la campaña electoral permanente que vivimos en nuestro país, estos dos asuntos no ocupen un lugar preferente, aunque a veces es mejor que así sea. Porque oyendo a algunos, la conclusión que se saca es que, para los españoles, la inmigración representa las siete plagas de Egipto juntas, y el cambio climático no existe. Lo malo es que demasiada gente se deja convencer todavía, seguramente por la simpleza de los mensajes.

*Periodista.