Hace tiempo que el adjetivo «violento» se convirtió en sustantivo: «los violentos», se decía eufemísticamente para referirse a la kale borroka, especializada en amenazas, destrozos y enfrentamientos con la policía. El eufemismo pretendía paliar los efectos de lo que ya entonces se consideró terrorismo, si bien «terrorismo de baja intensidad» o «terrorismo callejero». Ahora, en Cataluña, la sustantivación se ha repetido con el adjetivo «radical»: la violencia en Barcelona ha sido cosa de «los radicales». Pero con una diferencia: nada de terrorismo, sino una violencia «estrictamente de orden público», según el ministro de Interior.

Presumiblemente, el propósito del ministro al calificar así lo ocurrido en Barcelona no puede ser otro que desvincular a los independentistas de cualquier acción violenta. Sin embargo, al independentismo le será difícil desvincularse de la violencia, dada la exhibición. Parece ingenuo intentar justificar o minimizar los sucesos de Barcelona (pero no solo de Barcelona) atribuyéndolos a radicales ajenos al independentismo o a una parte exacerbada de independentistas. El nacionalismo catalán, base ideológica del independentismo, es xenófobo por naturaleza y la xenofobia es de naturaleza violenta, además de cateta (o violenta por cateta). Ahí está el presidente Quim Torra, que no solo arenga a los ciudadanos sino que participa él mismo de la violencia, dando ejemplo. Quien se deja dirigir por él no puede ser diferente a él.

Claro que tampoco hace falta saberlo. ¿Qué piden los independentistas cuando piden diálogo? Nada. Se limitan a seguir las consignas del independentismo, que para eso somos independentistas, què collons. De hecho, lo ocurrido en Barcelona habría ocurrido igual si el Tribunal Supremo hubiera fallado favorablemente, incluso con una sentencia absolutoria. El independentismo adiestra bien. Así, para salir a la calle, los catalanes de estos días no necesitaban el fallo del Supremo, sino que el Supremo fallara. No ha sido el contenido de la sentencia, sino el que haya habido una sentencia. ¿Quién es nadie para juzgar a Cataluña?

* Funcionario