Jonathan Swift escandalizó a toda la Irlanda del siglo XVIII con su Modesta Proposición, en la que aconsejaba serviren las mesas de los ricos a los niños pobres redondetes y mantecosos para evitar la carga que suponían.

Conformarse con lo habitual puede ser el camino del fracaso. Y todos los dirigentes necesitan triunfar. Pero a algunos no les basta con un éxito discreto que les permita un discreto prestigio. Algunos quieren un triunfo con gloria. Ignoro si llevan en sus genes ese soberbio deseo intuido en las maneras y palabras de Putin o Trump, aunque tal vez en su intimidad que no frecuento, puedan ser angelicales. Lo mismo me pasa con Boris Johnson, el premier despeinado, para el que el Brexit inaugura una nueva era británica. A tal objeto, seguramente, su principal asesor, Dominic Cummings, convocó a primeros de año a «raritos e inadaptados» capaces de generar grandes ideas para darle la vuelta al país. Así logró su plaza el joven de 27 años, Andrew Sabisky. El caso es que el muchachito había defendido antes de su nombramiento, por ejemplo, una selección controlada de bebés inteligentes para evitar una «subclase permanente de ciudadanos», algo que recuerda de modo inquietante a Magdalena Goebbels y sus hermosísimos seis vástagos. El extraño asesor además había abogado también por la eugenesia descarada o por la obligación, que no posibilidad, de utilizar anticonceptivos a la llegada de la pubertad. Otra perla del singular pensador fue que los beneficios de dar a los niños un fármaco peligroso superaban la desventaja de que muriera algún niño al año. Por último, afirmaba el inusual ideólogo que los negros son más tontos que los blancos y que el deporte femenino se parece más al paralímpico que al masculino.

Yo no sé por qué al final ha tenido que dimitir, el pobre, pues estoy convencida de que lo único que pretendía el rarito era un gigantesco sarcasmo como el del genial Swift, que no es sino el grito de angustia de un espíritu humano torturado. Si no es así, y este tipo ha podido ser asesor de alguien en algún lugar, no quedan palabras.

*Profesora.