Algunos dicen que quienes nos lamentamos de no estar afrontando esta crisis sanitaria en mejores condiciones jugamos con la ventaja del «toro pasado». No es verdad. Por mi parte, solo en este espacio he publicado más de trescientos artículos, llenos en su inmensa mayoría de críticas y propuestas para mejorar el funcionamiento del país. El mundo es crecientemente complejo, y si no es un virus, será un desastre natural, una disfunción económica, un cambio tecnológico o un imprevisto político: estamos obligados a anticiparnos para que los aprendizajes no se conviertan en catastróficos. Lo raro no es que el común de los mortales acertemos más o menos en nuestros diagnósticos, lo raro es que los responsables políticos que tienen sobre su mesa más información que nadie, se asombren de una pandemia que está anunciada hace tiempo desde el ámbito científico.

Desde hace ya algunos años está muy claro que la única manera de afrontar el futuro —que es ya presente— es la búsqueda de la excelencia. Eso significa elegir a los mejores para cada responsabilidad, crear estructuras eficaces y eficientes, prescindir de todo lo prescindible, optimizar los recursos escasos y tomar decisiones racionales basadas en una mezcla equilibrada de prospecciones políticas y criterios de expertos.

Mi aplauso para los profesionales sanitarios consiste en esto: conversión de todos sus contratos temporales en contratos indefinidos, incremento en la oferta de plazas para cubrir las carencias de personal, adecuación de salarios a sus responsabilidades, incremento del gasto sanitario hasta el nivel europeo, creación de la especialidad de Urgencias, e internalización de todos los servicios privatizados durante la última década. Eso es excelencia.

Leía hace unos días que Singapur —uno de los países que está superando la crisis con mejores resultados— rastrea los casos uno a uno. Todos están numerados. De hecho, sabemos que el número 217 de los contagiados allí fue un español de 22 años, que estuvo en España entre el 9 y el 13 de marzo. Este tipo de control es excelencia.

En la actualidad uno de los proyectos más serios del mundo en el estudio de una vacuna contra el coronavirus es el de los doctores Luis Enjuanes, Isabel Solá y Sonia Zúñiga en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. La investigación, en cualquier ámbito y también en el de la salud, es una de las áreas más ingratas de la sociedad: muchas investigaciones acaban frustradas, todo el trabajo se realiza fuera de los focos y además nadie sale a aplaudirte al balcón. Pero todos sabemos que la cura del COVID-19 vendrá de quienes se dejan los ojos en los laboratorios sin financiación y sin reconocimiento social. Un sector que, a pesar de todos estos pesares, tiene un alto nivel en España. Poner a estos profesionales en la cima de la pirámide también es excelencia. Porque la excelencia siempre tiene detrás un mismo elemento: mucho trabajo.

La pregunta es si queremos aspirar a un país excelente o nos conformamos con lo que tenemos. Lo que tenemos puede servir para ir pasando los días. Pero no sirve para afrontar los retos del futuro, cada vez más complejos y exigentes. La excelencia es enemiga del conformismo, de la comodidad, de la autocomplacencia y de la técnica del avestruz. Si queremos todo eso, nos tendremos que acostumbrar a la mediocridad en un mundo que avanza a ritmo de vértigo; está bien querer instalarse ahí, pero que nadie espere que desde ahí se encuentren vacunas para pandemias, cambios económicos sostenibles o innovaciones políticas aceptables para afrontar los días venideros.

La gestión pública en España, hasta ahora, ha sido una máquina centrifugadora de excelencia. La podemos encontrar como quien encuentra un trébol de cuatro hojas, por azar, pero no forma parte del sistema. En ocasiones es incluso perseguida. El final de la crisis del coronavirus, que se embebe como muñeca rusa en una larga crisis económica, se producirá en medio de una desmoralización nacional sin precedentes que, en mi opinión, solo se superará con la búsqueda de la excelencia. Es de esperar que quienes no estén capacitados o dispuestos den un paso al lado, pero quizá sea demasiado esperar.

*Licenciado en Ciencias de la Información.