T e invito a retroceder en el tiempo y situarte en el mes de marzo, cuando se declaró el estado de alarma y nos confinamos todos. Después vino la desescalada y la hicimos por edades. Los más castigados fueron los niños, porque la probabilidad de contagiar era muy alta, al menos eso se pensaba, y los mayores de 65 años, que era la población de mayor riesgo. En ese momento nos preocupó la salud de todos y pusimos en marcha la economía de nuevo.

Ahora vemos que estamos inmersos en los rebrotes, y la edad de contagio ha bajado. La población de riesgo se cuida, han visto como nos abandonaban amigos, familiares... Están dispuestos al sacrificio. Sin embargo, la población más joven cree que el virus les afecta poco pues la mayoría son asintomáticos. Muchos trabajan, así que consideran que no pierden nada, y otros consideran que si se infectan estarán de baja y será como unas vacaciones.

Hemos visto que la economía no se puede volver a parar porque acabaríamos en un jaque mate. Quizá la solución no está en confinar comunidades o ciudades, ni en retroceder a fase 0, 1 o 2. Hundiríamos la economía, y no es justo que se cierren los negocios. Si la desescalada en su momento la hicimos por edades, ¿no podríamos hacer un confinamiento por edades? Si a los niños les tuvimos castigados, por riesgo, porque lo tocaban todo y no eran capaces de guardar las distancias, pues ahora dejemos a la juventud en casa confinada porque son los que nos están incrementado el riesgo, no saben adaptarse y disfrutar de forma diferente.