Añadan ustedes el epíteto a animales. ¿De dos patas? Cientos, miles de veces hemos oído que no podemos bajar la guardia, que el bicho es insaciable, pero nada. Nos dan la mano y cogemos el brazo; nos dicen que asomemos la patita y metemos la pezuña. Animales. ¿Qué no se entiende de las advertencias que por activa y por pasiva nos han ido dando, sobre todo los sanitarios, que son de los únicos que me fío?

Al final va a ser verdad lo de «quod natura non dat salamantica non praestat». No vale con el barniz de los estudios. Porque resulta, ainda mais, que dirían nuestros vecinos (manda cojones, han estado a salvo toda la pandemia y ahora se desbordan) que son los más jóvenes muchos contagiadores, los que han pensado que esto es cosa de viejos, que ellos no se van a contagiar. ¿Acémilas de estos, no todos lo son por supuesto, no han oído o leído (leer leen poco más allá de la patalla del móvil, la tablet y la consola muchos) o no saben que ellos son los que contagian a los viejos, a sus familias, a los que tienen otras patologías además de la edad, que no es poco? Muchas veces nos ponemos de perfil no vaya a ser que los jóvenes nos llamen carcas, viejos (eso no me importa) atrasados, analfabetos tecnológicos y seguimos tragando con muchas cosas. Sí esta generación está magníficamente preparada en nuevas tecnología. De normas, convivencia reglada, solidaridad social, con las excepciones de compromisos ecologistas o animalistas, pasan olímpicamente en muchos casos. Salvo excepciones se pasan por el forro lo de la solidaridad sanitaria, aunque aplaudan, se manifiesten, para que se abran las fronteras, para que no seamos xenófobos, homófobos o racistas, igual que para que abran bares, discotecas, haya fiestas, o vitoreen apiñados a equipos de porque van a jugar el ascenso. Eso de privarse, por el bien común, de aglomeraciones, botellones que pueden contagiar, caca de la vaca.

Metan a muchos de más años también; los maduritos y algunos carrozas, como decimos todavía los que usamos ese lenguaje. Son tan irresponsables como los otros. Con esos pelos, riéndose de las normas, haciendo lo que les sale de ahí mismo y pensando que «pa cuatro días… bebe que te llenen», estamos donde estábamos hace semanas.

Habrá que buscar alguna solución más allá de ponerse la mascarilla hasta para mear. No digo (¿o por qué no?) que lleguemos a la drástica medida del dueño de ese pub inglés que ha puesto cables electrificados a un metro de la barra, como se electrifican algunas fincas para tener a raya a los animales. Estaba hasta los mismísimos de decirle a los borregos que no se acercara la barra, que los camareros les servían. No sé si a ese pub iba Boris Johnson, por lo del comportamiento animal que tuvo hasta que el bicho le hizo reflexionar.

Habrá que tomar alguna medida. Drástica y coercitiva que parece que es a lo que hacemos caso. Que nos abran de una vez los ojos para que nos tomemos en serio que esto es muy grave, que lo arrasa todo. No sólo la vida, que para mí es lo más importante, sino cualquier esfuerzo productivo y económico. O nos tomamos esto en serio o luego seguirá viniendo todo lo demás y gritaremos que nos coartan la libertad, más subvenciones y sigamos llorando por las esquinas.

Ahora, cuando se vislumbraba (después de las elecciones ya dije) que los partidos, salvo el ultramontano, empezaban a ponerse de acuerdo en algunas cosas, resulta que los ciudadanos estamos haciendo caso omiso a las reglas mínimas para seguir luchando controlando el bicho. Si yo fuera facultativo me iba a cagar en todo lo que había estudiado y llamaría a muchos, animales de dos patas, por los menos.

* Periodista