En una ocasión le oí a Ibarra referirse a los periodistas con la teoría del escorpión. Decía que los profesionales de la información podíamos ser buena gente como todo el mundo, pero que tarde o temprano acabábamos por picar con nuestro aguijón porque, como el susodicho escorpión, lo llevábamos en la sangre; digamos que no podíamos resistirnos a nuestro propio sino. Para él, lo mejor era no darnos confianza ni contarnos nada que no quisiera que se supiera porque, al final, acabábamos por escribirlo e incluso criticarlo. Con esta teoría, el veterano político extremeño venía a decir que se fiaba poco de los que ejercíamos esta profesión y describía, desde su punto de vista, la difícil relación que ha tenido siempre (y sigue teniendo) el periodismo y la política.

Estos días se ha levantado cierta polvareda con los ataques de determinadas formaciones a periodistas como Vicente Vallés o Antonio Papel. En el primer caso, ante una crítica del presentador de informativos de Antena 3 a Podemos, Pablo Echenique declaró que a este profesional lo que le pasaba era lo mismo que a la derecha y la ultraderecha de este país, que le produce sarpullido que las cloacas no consiguieran su objetivo y Podemos esté en el gobierno. En el segundo caso, Iván Espinosa de los Monteros (portavoz de Vox en el Congreso) le sugirió en directo al tertuliano de los Desayunos de TVE que se sometiera a un «tratamiento psicológico» y se pasara por el psiquiatra, añadiendo, además, que determinados comentarios «muestran un poco cómo están de inestables algunos periodistas que son activistas, que en realidad son radicales de izquierda».

Las descalificaciones son intolerables y la teoría esgrimida por Pablo Iglesias viniendo a decir después que, a estas alturas de la sociedad digital, «hay que naturalizar el insulto» no deja de ser una aberración y una forma de amedrentar la libertad de expresión que puede ejercer todo profesional de la información, pero me sorprende que haya gente que se lleve las manos a la cabeza como si el ataque de políticos a periodistas fuera algo nuevo, algo que han traído los partidos de nuevo cuño, cuando en realidad ha existido siempre.

Esta profesión conlleva cierta exposición pública y en ese terreno cualquiera puede ejercer la réplica, más ahora con las redes sociales. Cada periodista tenemos asumido que lo que escribimos o decimos no le gusta a la mitad de la gente que nos lee o nos escucha. Tengo miles de críticas en redes sociales llamándonos rojos, azules o morados según qué día y muchas veces recibo algún que otro mensaje de queja de artículos escritos por mí o por alguno de los periodistas de la casa. He de decir que rara vez contesto y que en muy escasas ocasiones se lo hago saber al articulista aludido. Es la tarea que nos ha encomendado la democracia, el periodismo no está para agradar y como dicen los veteranos del oficio: para hablar bien de alguien ya está la publicidad.

Eso no quiere decir que seamos protagonistas de nada. Solo contamos lo que pasa y opinamos sobre lo que pasa siendo rigurosos con unos hechos que deben ser siempre contrastados. Si se quiere ser agente activo, un activista al uso, mejor meterse en política que en un medio de comunicación. Porque al verdadero periodista le da hasta pudor ostentar un papel protagonista en una historia, es un mero transmisor, nunca el centro de la noticia, una cuestión que se aprende en 1º de Periodismo.

He de decir que esta profesión está llena de egos y eso también conviene ser administrado, y que la televisión es un invento maravilloso para contar historias y transmitir acontecimientos, pero en su evolución y desarrollo a lo largo de los años ha desvirtuado el papel de los periodistas para mucha gente siendo confundidos con presentadores o con ‘showman’ desde el momento en que éstos utilizan un espacio de entretenimiento para lanzar críticas o alabanzas contra un gobierno o un partido político o montan una tertulia donde lo mismo opina un experto que un periodista o un tipo famoso que sale en las revistas.

Considero que la ciudadanía, en general, sabe que sin periodismo la democracia se devalúa y defiende nuestro papel. Y lo mismo pasa con los políticos, que de manera generalizada son conscientes de que los medios de comunicación forman parte de una sociedad avanzada y hay que convivir con ellos respetando su labor y aceptando sus críticas lo mismo que los halagos cuando llegan. Pero no deja de ser curioso que sean protagonistas de los últimos ataques a periodistas las nuevas formaciones políticas. Denota que, a pesar de los cambios trascendentales de este país que han traído entre otras cosas la ruptura del bipartidismo, la mala relación entre política y periodismo sigue existiendo. Será que la teoría del escorpión continúa vigente y que, a pesar de todo, los periodistas siguen siendo periodistas porque es su sino y no saben hacer otra cosa.