Papa, las dos primeras semanas de marzo no te encontrabas bien, y llegó el estado de alarma, y llegó tu santo y el de la mama y el día del padre, y el cumpleaños de la mama y vuestro aniversario de boda, todo junto: 19, 20 y 22 de marzo. Y pudimos felicitarte y pensar (ingenuamente) que cuando pasara todo lo celebraríamos en familia, como siempre...

Recuerdo llevarte al médico y decirme que tenías bronquitis. Ya tenías fiebre... Recuerdo a mis hermanas y mi madre cuidándote. Recuerdo el 26 de marzo... te llevaron al hospital sobre las diez de la mañana. Ese día lo tengo grabado en mi memoria. No podíamos estar a tu lado, y el médico nos llamó, nos dijo que fuéramos, nos dejó verte de lejos... Te pudimos ver y gritar que te queríamos y que habías sido y eres el mejor padre del mundo. Tus tres niñas estábamos allí, y el médico me dejó entrar, con toda la protección, y pude darte la mano y acariciarte y tocarte la cabeza y decirte que te quería, que te queríamos, que toda tu familia estaba a tu lado, que no tuvieras miedo, que siempre estaríamos contigo. Sé que me escuchabas, pude sentir tu aliento, tú último aliento, tu calor de padre, de yayo, de esposo... y a las cuatro de la tarde de ese mismo día te fuiste de este mundo, con todo nuestro amor y con todo tu amor. Y con eso quiero recordarte, queremos recordarte; con lo felices que hemos sido a tu lado, con la maravillosa familia que dejas. Cuidaremos de la mama, cuidaremos de tu bisnieta, nos cuidaremos todos... Y sabemos que estarás siempre a nuestro lado, porque eres nuestro ángel de la guarda. Te quiero tanto, papa, te queremos tanto, que duele el alma... Siempre estarás en nuestros corazones.