Lo confieso, soy una de esas personas que cuando ve Romeo y Julieta todavía espera que algo pase en el último momento que haga cambiar el dramático final de sus protagonistas. No importa que me sepa de memoria el argumento, la esperanza de que puedan vivir felices por un giro inesperado de los acontecimientos siempre está ahí. Quizás por eso he esperado durante los últimos cuatro años un final distinto para Manuela Chavero.

Con la razón en la mano, sabía que era improbable que una madre de dos criaturas desapareciera de madrugada en una pequeña localidad de Extremadura por elección propia y sin dejar rastro. Pensaba que era difícil que hubiera decidido cambiar radicalmente el rumbo de su vida y empezar de cero dejando atrás su familia, su documentación y hasta la televisión encendida en su casa, pero nunca imaginé que el final más esperado era el real. Como otras miles de mujeres en el mundo, Manoli, como la conocían en su pueblo, Monesterio, murió víctima de la violencia de género. En esta afirmación caben muchos matices, lo sé, pero una realidad es indiscutible: un hombre le arrebató la vida. Y eso para mí es violencia machista, tecnicismos aparte.

He leído hace poco que cuándo se le pregunta a un hombre qué es lo peor que cree que le puede pasar estando a solas en una habitación con una mujer, la respuesta es: que se ría de mí. Y que si hacemos la misma pregunta a la inversa, la respuesta femenina es: que me mate. Creo que las dos afirmaciones resumen muy bien el abismo que separa y define a los dos sexos y lo que hay detrás de la muerte y la desaparición de Chavero.

Desde que la policía detuviera a mediados de septiembre al autor confeso del crimen, sólo sabemos que su víctima accedió a ir con él a su casa, separada de la suya por tan sólo unos metros, de forma voluntaria y que de allí no salió con vida. Lo que pasó sólo lo sabe él, pero que ahora se atreva a hablar de ‘accidente’ es simplemente despreciable. Porque no hay nada de accidental en deshacerse de un cuerpo humano como si de un despojo se tratara. La eliminación de pruebas. La participación en las batidas de búsqueda y en el luto y el sufrimiento de una familia y un pueblo durante todo este tiempo. El silencio elegido. Nada de eso se produjo al azar.

Es más, en la manera de proceder de este sujeto hay mucho de premeditación y sangre fría, y sin embargo, la manera en la que se le han descrito en algunos casos raya la justificación. El chico ‘rarito’ que «tenía dificultad para relacionarse con las mujeres», según algunos medios. «El amante de los animales», según otros. «Un joven con padres separados y varias historias dramáticas en la familia», apostillan.

Y es en todos esos calificativos y descripciones en los medios dónde empieza la otra ‘violencia de género’ en mi opinión. Porque de Manoli Chavero, la mujer a la que enterró con sus propias manos, nos llegan mientras tanto otros juicios bien distintos. Especulaciones sobre su apariencia, sus hábitos, su forma de ser, su vida sentimental o la sexual, que nada tienen que ver con el caso y que sólo pueden calificarse de morbo y amarillismo.

Su familia, que puede por fin descansar y sabe qué le pasó, tiene que lidiar ahora con una segunda pérdida: la de su dignidad como mujer y el respeto que su vida privada se merece. Porque pareciera que algunos, con todas esas ‘teorías’ sobre ella están de alguna manera argumentando su trágico final. Y una parte repugnante de nuestro país se convierte así en 'manada' y la mujer que perdió la vida y su reputación se vuelven cada vez más pequeñas.

Qué hay detrás de esa parte de la sociedad que busca formas de justificar por qué un hombre mata a una mujer es algo que nos debería preocupar y mucho. Porque ahí está el germen de la violencia machista que excusa al verdugo y denigra a la víctima. Un asesino es un asesino, y los supuestos atenuantes dejémoslos en las manos de sus abogados. Manoli era una mujer adulta y dueña de su vida y de sus decisiones. Nada de lo que hizo o dejara de hacer en vida explica su muerte. Nada. Y hasta que algunos no aprendan esa lección seguirá habiendo muchos más finales esperados.

* Periodista