Lo repentino, muchas veces, tiene un componente pasajero. Otras nos cambia la vida y nos hace reconocernos en nuestra propia imbecilidad. El destino de nuestra sociedad es incierto, con tanta descomposición, cada acción es nueva «cagada». Hay un desorden brutal que inspira al capricho y lo convierten en cosa simple y pasajera. No sé, tengo la sensación, de que los seres humanos hemos entrado en quiebra. A día de hoy (opinión subjetiva) se exalta lo que no es consecuencia de nada y nos pone a disposición del tiempo perdido. En muchas de nuestras acciones se adivina el porvenir y se comprenden las razones de lo fragmentado y roto. Hay aplicaciones que nos muestran lo dispuestos que estamos los seres humanos a hacer el canelo. Sí, en la cima de todas aparece Tik Tok; para los lectores que no sepan de qué se trata, les diré, que toda explicación carece de sentido. Es una aplicación que nos muestra lo infantilizados que estamos y el «virtuosismo» que tenemos a la hora de bailar.

El deseo de hacer el gilipollas contrasta con la cifra de muertos que a diario arroja la pandemia. Hay personas (por desgracia) que solo se reconocen en manifestaciones efímeras; sí, las mismas que evocan una falsa felicidad y convierten su existencia en teatro. Hace tiempo que caminamos torcido, culpando a los políticos de todo, y multiplicando el grosor de los problemas a nuestro favor. Pero, inexorablemente, la evidencia es tan prodigiosa que cada día nos resta credibilidad. Ahora, por lo visto, andan los nervios crispados, junto al turrón madura la contradicción que estalla a la primera de cambio y exclama: «tenemos que salvar la Navidad». ¿Salvar qué? Salvar la vida (la de nuestros semejantes y la nuestra) debería ser nuestra prioridad más latente. Hay personas que su movimiento no pasa de un bailecito en Tik Tok y conciben la vida igual que un niño. Con el aspecto irrefutable de las rabietas y los caprichos que muchas veces son la mordedura de un infante enfadado.

Por cierto (sonrío) queridos lectores: consideremos la posibilidad de abrirnos una cuenta en Tik Tok, y alimentemos el espíritu haciendo el gilipollas. A día de hoy está de moda vivir en el mundos de yupi...

*Escritora.