“NO VUELVAS A CASA…POR NAVIDAD”

Después de haber pasado más de media vida y muchos la vida entera cantando, ilusionados y emocionados, la canción de “Vuelve… a casa vuelve” que cada año nos traía “El Almendro” a nuestros hogares por Navidad, quizás haya llegado el momento en que tengamos que cambiar la letra de la canción y, por primera y esperemos que sea sólo una vez, les pidamos a nuestros seres queridos que, por favor, no vuelvan a casa por Navidad. El turrón, blando y duro, ha quedado ya demasiado grabado en nuestras neuronas y, los que puedan, seguirán comiéndolo, pero este año, mejor que lo haga cada uno en su casa.

Y llama la atención que a una gran mayoría le cueste tanto comprender el hecho de que las Navidades del 20 tienen que ser diferentes. Si los expertos en la Sanidad, los verdaderos encargados de velar por nuestra salud, nos dicen que esto del virus de la Covid19 no es ninguna broma, sino que es un verdadero y serio problema y que pone en riesgo nuestra vida y la de los demás si dejamos de mantenernos constantemente alerta, debe de ser por algo. Ya se ha llevado demasiadas vidas a las que ni siquiera ha dado la oportunidad de decir adiós a sus seres queridos a quienes deja con la enorme pena de la ausencia y la culpa de no haber podido despedirse de ellos.

No hace falta ser un experto y entendido en el mundo de los grandes sentimientos y profundos sentimentalismos para entender lo difícil que debe resultar para una familia, que normalmente tiene repartidos por el mundo a sus seres queridos, el gran pesar que le supone no poder reunirse con ellos en unas fechas tan especiales como son y han sido siempre las Navidades. A pesar de que, posiblemente, contaminados todos por un consumismo atroz, no hayamos entendido nunca, o tal vez sólo unos pocos, el verdadero espíritu de la Navidad. Demasiado sumergidos en polvorones, mazapanes, roscones, champán, mariscos y escandalosas panderetas al ritmo de desafinados y vociferantes villancicos, se nos pasa, cada año, la Navidad con demasiado ruido, que nos imposibilita escuchar, muchas veces, al que necesita de verdad decirnos algo importante.

Nos hemos desgañitado todos desde los balcones voceando a los cuatro vientos que “resistiremos”, y no somos capaces de aguantar una Navidad como los técnicos de la Sanidad nos recomiendan para evitar contagios, que podrían poner en marcha una tercera ola antes de, ni siquiera, haber concluido la segunda.Los avisos que algunos doctores y científicos han vertido en prensa asegurando que, si no guardamos la distancia ya, en los meses de enero y febrero habrás muchas muertes, pone los pelos de punta a cualquiera, aunque a muchos parece no haberles afectado demasiado, como si el tema no fuera con ellos. Mientras tanto, algunos políticos dicen que esperan a poner medidas más drásticas si pasamos de cifras de muertos a otras más altas en el plazo de una semana, como si no fueran ya suficientes las que se están produciendo cada día.

Nos da Wuhan, el lugar donde se originó la pandemia, una lección a Occidente sin precedentes. No han vuelto a tener un contagio por este virus desde el mes de mayo pasado. Es triste que, con un régimen político donde no se permite que afloren las libertades en sus ciudadanos, sean capaces de vencer a una enfermedad que les mata, y nosotros, que tenemos la suerte de ser hombres y mujeres libres con la opción de poder elegir, no sepamos aceptar y cumplir con unas normas que afectan a la salud de todos. Posiblemente sea porque, igual que nos pasa con la Navidad, tampoco entendamos muy bien el verdadero significado de la libertad. Empieza a quedar lejos en nuestra memoria aquello de que la libertad de cada uno termina donde comienza la libertad de los demás. Nos cuesta pensar en los demás y es ahora cuando debemos sacrificar una Navidad por la salud de los otros, especialmente de nuestros mayores.

Solía musitar mi bisabuela Clara la letra de aquella vieja canción que decía “la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va…Y nosotros nos iremos y no volveremos más”. Vamos a dejar, entonces, que venga la nochebuena y se vaya la nochevieja sin hacerles demasiado caso a ninguna de las dos, procurando que no se vaya nadie de nosotros con ellas todavía. Por ello, aunque nos duela profundamente en el alma, vamos a intentar, este año, contradecir la letra de la canción de “El Almendro”, y ¡no volver a casa por Navidad!

*Ex director del IES Ágora